Fuente: Bloghemia
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"Podemos volvernos adictos a algunas tecnologías, lo cual nos enajena, o usarlas
con sentido social para cosas que de otra manera no podríamos
hacer." Humberto Maturana
En una antigua entrevista para la Revista
de Educación, Humberto Maturana y Ximena Dávila, reconocidos por su trabajo en
la Escuela Matríztica, exploraron la naturaleza humana, el aprendizaje y el
papel del docente. Ambos, pioneros en el estudio de la interacción entre
biología y cultura, compartieron sus perspectivas sobre cómo nos formamos y
cómo los profesores pueden facilitar este proceso.
¿Qué es lo que define el ser humano? ¿Somos
seres fundamentalmente construidos en y por la cultura o estamos determinados
básicamente por la biología?
No es cuestión de definir. En la definición
uno especifica un referente arbitrario como punto de partida para alguna reflexión.
Si se quiere hablar de los seres humanos lo único que cabe hacer es escoger
algún aspecto conductual común en ellos y proponer alguna explicación en
relación con su origen que pensamos puede ampliar nuestra comprensión de
presente. Así podemos decir que el humano es un ser vivo, mamífero, bípedo, que
existe en el lenguaje, en el conversar y el reflexionar, y que estas
condiciones constituyen aspectos fundamentales de su vivir.
En estas circunstancias el punto de partida
del vivir de un ser humano ocurre en el cigoto que se forma por la unión del
óvulo y del espermio; pero este comienzo no especifica un futuro. En los
mamíferos ese cigoto se implanta en el útero de una hembra de la especie a la
que pertenece, participando del modo particular de vivir de ella que así forma
parte de su constitución inicial. Y en esa constitución inicial el nuevo ser
vivo parece decir: “Si yo sigo viviendo normalmente, voy a surgir como un ser
de la misma clase que mis padres”. Eso es válido para todo cigoto, de cualquier
especie.
Nosotros pertenecemos a una clase de seres que
viven como personas en el lenguaje, en comunidades de conversación y reflexión,
participando de la cultura de los padres que tuvimos. Cuando hablamos de
cultura hablamos del modo de vivir humano en redes de conversaciones reflexivas
en comunidades humanas.
EL SER HUMANO Y LAS EMOCIONES
Si ese cigoto no lo pusiéramos en nuestra
cultura, aunque fuera humano, ¿tendría rasgos humanos?
Se parecería morfológicamente, pero su
conducta, su modo de vivir, dependerá del entorno en el cual crezca. Se es
humano en el entorno humano. Se es persona en un entorno de personas viviendo
como personas. Los seres humanos crecemos como seres biológico-culturales en un
entorno biológico y cultural que entrelaza ambas dimensiones. Lo biológico solo
determina el punto de partida.
¿Qué es la “autopoiesis”? Entiendo que es un
término que usted acuñó.
Esa palabra quiere decir “producción de sí
mismo”, pero ha sido mal entendida y tratada como si significase
“auto-organización”, que en biología significa otra cosa. En algún momento de
nuestras conversaciones, mi colega Ximena Dávila me mostró que para que ese
malentendido desapareciese deberíamos hacer explícita la constitución molecular
de los seres vivos, y es por esto que actualmente somos precisos y hablamos de
“autopoiesis molecular”.
¿Qué quiere decir todo esto? Quiere decir que
los seres vivos somos sistemas moleculares, que estamos hechos de moléculas que
interactúan unas con otras produciéndose otras moléculas que también
interactúan unas con otras. Todo esto en la forma de una red cerrada de
constantes transformaciones moleculares, que en conjunto realizan y conservan
la misma red de procesos moleculares que las produjo. Nosotros somos “sistemas
autopoiéticos moleculares”.
A nivel estructural, ¿en qué nos
diferenciaríamos de otros animales?
Nos diferenciamos en cómo están dispuestas las
moléculas que nos componen. Por ejemplo, ¿en qué nos parecemos a un perro? En
que somos vertebrados, en que tenemos sangre caliente, en que tenemos pelos,…
Como mamíferos nos parecemos en muchas cosas, pero nos realizamos de manera
distinta. El perro se realiza como perro y eso se ve claramente si salimos con
uno de paseo, pues veremos que no hay nada más importante para un perro que otro
perro… así como no hay nada más importante para un niño que otro niño.
¿Qué rol juegan las emociones en el
entendimiento?
Son fundamentales porque determinan el espacio
en el cual uno hace lo que hace. Es distinto razonar o reflexionar desde la
ternura o desde el miedo, la confianza o el abandono, porque la emoción que nos
guía determinará cómo actuamos y distintas emociones nos conducirán por cursos
de vida distintos.
Se dice que somos seres racionales, pero en
realidad somos seres emocionales que además podemos reflexionar y escoger lo
que hacemos en las distintas circunstancias en que nos encontremos. Y no hay
otros seres vivos que lo puedan hacer de manera reflexiva, y eso es posible
porque existimos en el lenguaje. Ése es nuestro gran tesoro: podemos escoger en
cada instante lo que hacemos.
Usted ha dicho que el amor es la única emoción
capaz de ampliar la inteligencia, ¿cómo así?
El verbo detrás de la palabra amor es amar.
¿Qué es el amar? Lo que pensamos en Matríztica es que amar es una ampliación de
la mirada de respetar al otro u otra sin exigencias, sin supuestos, sin
expectativas. Si uno hace eso, se amplía la mirada y ve más, luego escoge qué
hacer. Y aquí viene el tema verdadero: ¿qué escojo?, ¿escojo el camino del
mutuo respeto o escojo el camino de la ambición y la apropiación?
Ahí entramos en un tema ético.
Absolutamente. En la convivencia no deseada
que es la guerra se busca ver al otro como enemigo para destruirlo; y en la
convivencia deseada se busca ver al otro como amigo para colaborar con él o
ella. Si ampliamos nuestro mirar desde el amar veremos que el otro u otra no es
distinto de nosotros y por lo tanto, no será nuestro enemigo. Si restringimos
nuestro mirar desde el prejuicio veremos al otro u otra como una amenaza y
buscaremos negarlo.
Usted ha dicho que vivimos en el “lenguajear”,
¿podría explicar esta idea?
Que vivamos en el lenguaje no quiere decir que
vivimos en el acto de habla o de lenguajear, sino que habitamos en los mundos
de haceres que surgen con nuestro conversar y reflexionar, cosa que solo es
posible con nuestro vivir en el lenguaje. ¿Por qué? Porque vamos generando esos
mundos con los otros en las coordinaciones de sentires, haceres y emociones que
vivimos en nuestro conversar y reflexionar.
Y como el conversar y el reflexionar ocurren
coordinando nuestras coordinaciones de sentires, haceres y emociones generamos
todo lo que hacemos en nuestro convivir humano como seres que escogemos lo que
hacemos
QUÉ ES EL APRENDIZAJE
¿Cómo aprendemos los seres humanos?
En la convivencia, transformándonos juntos en
nuestras coordinaciones de sentires, haceres y emociones. Lo peculiar de
nuestro convivir humano es que pertenecemos a un presente que es el continuo
resultar de un devenir histórico en el que lo que se ha conservado es un modo
de vivir y convivir en coordinaciones de emociones, sentires y haceres que
comienza en la conservación, en el aprendizaje de los niños y niñas, del
convivir doméstico amoroso de una familia ancestral de primates bípedos unos
tres y medio millones de años atrás; modo de vivir y convivir que es de hecho
el lenguajear.
¿Dónde se ubica aquí la educación?
La educación ocurre como una transformación en
la convivencia que va especificando las condiciones de los encuentros de los
niños y niñas a medida que crecen, configurando un espacio relacional o
contexto en el cual, si todo funciona de manera adecuada, amorosa, ellos se
transformarán en ciudadanos serios, responsables y democráticos.
Usted señaló en una oportunidad que “el
aprender es un fenómeno de cambio estructural en el suceder del vivir de un ser
vivo”, ¿a qué se refería?
En el aprender ocurre como una transformación
estructural coherente con las circunstancias que se viven. No hay que olvidar
que los seres vivos existimos en la continua transformación de nuestra anatomía
y fisiología en la medida que vamos creciendo, haciéndonos mayores y
envejeciendo; y con nuestros cambios estructurales cambia nuestra conducta, y
con nuestros cambios conductuales cambia nuestra corporalidad, en un proceso
que sigue un curso guiado por el modo de vivir y convivir que nos toca o
escogemos vivir. Cuando hablamos de aprender nos referimos a este proceso.
Distintas circunstancias fisiológicas y
relacionales modulan el curso de la transformación de un organismo en la
realización de nuestro vivir. Nosotros ahora somos distintos a como éramos hace
un cuarto de hora, pero no somos distintos de cualquier manera. En tanto
seguimos vivos nos hemos transformado conservando el vivir, pero esa
transformación sin embargo ha seguido un curso particular guiado por las
circunstancias de nuestro vivir y convivir. Si había algún temor, éste se ha
desvanecido. Si había alguna curiosidad, ésta ha disminuido o tal vez ha
aumentado. Todo eso según el curso de los cambios emocionales que hemos vivido
en esta entrevista.
¿Los seres humanos tenemos una enorme
capacidad de transformarnos, entonces?
Sí, tenemos una estructura cambiante y es al
curso que siguen esos cambios estructurales en relación con las circunstancias
de nuestro vivir y convivir a lo que llamamos aprendizaje. En otras palabras,
es a la transformación que vivimos en coherencia con los cambios de lo que
hacemos en nuestro vivir mientras se conserva nuestro vivir, a lo que nos
referimos al hablar de aprendizaje. Cuando reflexionamos también nos está
pasando lo mismo, y cambiamos de una manera íntima guiados por lo que sentimos
en la reflexión, ya que lo que sentimos en nuestro reflexionar pasa a ser parte
del mundo en que vivimos y convivimos.
¿El miedo es enemigo del aprendizaje en los
niños?
Sin duda, un niño con miedo orienta su
conducta en el deseo de evitar estar ahí, se retrae, no sabe qué es lo oportuno
o lo que debe hacer en cada caso y quiere irse. En cambio, sin miedo, el niño o
la niña está tranquilo/a en la situación en la que se encuentra y se va
deslizando en ella según el entendimiento que va surgiendo en una interacción
acogedora y no amenazante.
¿Y cuál es el amigo del aprendizaje?
La confianza y la curiosidad. Si un niño o
niña está bien en la escuela y siente curiosidad, va a poner su atención en las
circunstancias que se le presenten. De hecho, esto nos pasa a todos los seres
humanos,… y a todos los seres vivos en general. En particular, los mamíferos
somos animales curiosos.
¿Los seres humanos aprendemos básicamente por
imitación?
Sí y no. Imitamos, pero también construimos
sobre aquello. Imitamos porque aprendemos las conductas y a partir de allí
creamos un mundo propio semejante o distinto. Siempre hay un apropiarse de lo
que se aprende.
Cuando el niño pregunta: “mamá, papá, ¿cómo se
hace?”, ¿qué revela?, ¡revela qué quiere hacerlo bien! Y si se la mamá o el
papá le pregunta amorosamente: “¿Humbertito, te das cuenta de lo que estás
haciendo?, la mamá o el papá lo invita a la reflexión, al camino en el cual
puede hacerse responsable de lo que hace. Los espacios familiares y escolares
son fundamentales, allí se aprende a escuchar, a reflexionar, a ser responsable
como un modo de convivir espontáneo, si la familia y la escuela son ámbitos de
convivencia en los que se escucha, se reflexiona y se es honesto. Si yo quiero
que un niño o niña sea responsable, tengo que ser responsable también.
DISCRIMINACIÓN VERSUS INCLUSIÓN
¿Por qué se produce discriminación en las escuelas
y en la sociedad?
Toda discriminación es una negación de la legitimidad del otro. Y es una negación del amar y de la posibilidad de amar a otro u otra que se funda en una teoría que justifica la negación del amar. Toda teoría se funda en premisas a priori aceptadas desde la emoción. Si me acerco a un niño pensando: “este niño no es capaz”, no lo escucho y, por tanto, lo discrimino, lo niego. Y lo niego porque la teoría me dice a priori que no es capaz. Entonces, si no me salgo de esa teoría nunca lo voy a escuchar. La mecánica funciona así: si respeto al otro lo escucho, si no lo respeto invento o adopto una teoría que me justifica el no escuchar. Y atrapados en algún ámbito cultural lo hacemos sin darnos cuenta.
¿Cómo ve usted el espacio escuela?
La escuela fue inventada cuando la diversidad
de la convivencia más allá del hogar se hizo más grande que el espacio de
diversidad que la familia ofrecía. Es por esto que ahora los niños, las niñas y
los jóvenes en general tienen que ir a otro lugar a adquirir las habilidades
que no van a adquirir en el ámbito de la familia, y que se requieren para
integrarse en una comunidad mayor o diferente.
La tarea del colegio es la formación humana de
los niños y niñas. Sí, tienen que aprender habilidades, pero para que ello
ocurra lo más importante es el espacio relacional, el ámbito de convivencia,
como el fundamento que les va a permitir crecer con respeto por sí mismos y por
los otros, abiertos a la colaboración y al aprendizaje.
¿Qué impacto están teniendo las nuevas
tecnologías en los niños y jóvenes?
Las tecnologías son instrumentos para hacer lo
que queramos hacer, de modo que nosotros somos siempre responsables de lo que
pasa con ellas según lo que queremos obtener, realizar y conservar. Podemos
volvernos adictos a algunas tecnologías, lo cual nos enajena, o usarlas con
sentido social para cosas que de otra manera no podríamos hacer.
En una vida cotidiana sin celular o internet,
mentimos, engañamos, violamos acuerdos y normas de convivencia, pero también nos
acompañamos, decimos la verdad, somos honestos, cumplimos acuerdos,
colaboramos. Pero con celulares e internet hacemos lo mismo que sin ellos, de
modo que no es la tecnología lo que guía nuestro vivir y convivir, sino que
nuestros deseos… lo que queremos hacer, y lo que no queremos hacer, lo que
queremos conservar y lo que no queremos conservar. Y es precisamente por esto
que los seres humanos, las personas, somos siempre responsables de los mundos
que generamos en nuestro vivir y convivir.
Lo fundamental de la educación es que los
niños crezcan en un ámbito de convivencia en el que se transformen
espontáneamente en ciudadanos dignos, a los que les guste la honestidad, la
equidad, la colaboración, la responsabilidad,… y que vivan la ternura en las
relaciones de convivencia, conscientes de que eso es lo que la familia quiere
vivir y convivir, aunque a veces no sucede así. La tarea de la escuela es
potenciar ese vivir y convivir en un ámbito de apertura reflexiva y de
colaboración.
Hoy se habla mucho de inclusión, de aceptarnos
en la diversidad. ¿Usted cree que podemos llegar a encarnar con éxito la
inclusión en la escuela y en la sociedad?
Hay que pensar cómo estamos viviendo, qué
exclusiones estamos haciendo que tenemos que preocuparnos de la inclusión. Tenemos
que revisar cómo estamos conviviendo en la familia y en la escuela para salir
de los hábitos culturales de exclusión en que vivimos.
Supongamos que recibimos niños en distintas
condiciones, a lo mejor algunos sucios o sin bañarse. Tenemos que conducirnos
como maestros de tal manera que todos sean igualmente legítimos, cuidarnos de
no hablar de tal manera que establezcamos la discriminación. Puedo decir: “este
niño es de una población callampa” y así establezco la discriminación o decir:
“tenemos que preocuparnos de este niño porque viene de un lugar muy
desamparado”. Ahí me he cuidado con mi expresión de no validar la
discriminación. No es fácil, y es por eso que la formación de los profesores y
profesoras es muy importante.
¿Qué piensa de la competitividad como
paradigma de vida?
En el competir negamos y desvalorizamos al
otro y a nosotros mismos: nuestra actitud no es la de hacer bien lo que
hacemos. La invitación no debe ser a hacer algo mejor que otro, sino que a
hacer las cosas bien porque uno quiere hacerlas bien. Escuchemos la pregunta
del niño o niña: “mamá, papá, ¿cómo se hace?” Él o ella quiere hacer algo bien,
pero para eso tengo que mostrarle cómo se hace. El competir como paradigma de
vida es “perverso” porque niega la colaboración, el mutuo respeto y la
posibilidad de un proyecto común. El hacer bien lo que se hace se funda en el
entender lo que se hace y por qué o para qué.
¿Cuál sería un paradigma de reemplazo?
La colaboración.
¿Qué consejo daría a los docentes para que
promuevan la inclusión en el aula?
El tema fundamental es si queremos o no
convivir. Si soy profesor, mi tarea es acoger a los niños y niñas que son mis
alumnos y generar un espacio de convivencia en el cual ellos y ellas se
transformen en ciudadanos serios y responsables en el mutuo respeto, en la confianza
de que todos son inteligentes. Tienen necesidades distintas, sí, pero no
infinitamente distintas. Sus dificultades surgen de conflictos emocionales, de
deseos contradictorios. A veces un profesor no escucha a un niño o niña a quien
le cuesta una materia porque su atención está puesta en los más avanzados y
entonces lo o la condena a que siga así en el dolor del abandono porque no le
puso atención.
Los menores quieren hacer bien las cosas, a
menos que tengan miedo, hayan sido rechazados o discriminados. La tarea de los
maestros es educarlos con la convicción de que si uno de ellos está atrasado es
porque ha sido abandonado, no porque no tenga capacidad. Si le da parte de su
tiempo, si lo atiende o se ocupa de que un compañero/a lo ayude, él o ella va a
aprender.
¿Empieza a tener confianza en sí mismo y en
los demás?
Sí. Todos los seres humanos somos
inteligentes, a menos que hayamos tenido algún daño por una situación
particular en el embarazo o algo así. Las diferencias no están en la
inteligencia, sino en las emociones y la vivida. Me acuerdo que en el colegio
yo no aprendía a leer y le dijeron a mi abuela, con quien vivía, que era tonto.
Ella dijo: “No, el niño no es tonto. Si no aprende a leer, quiere decir que no
ve. Llevémoslo al oculista”. Y efectivamente necesitaba anteojos.
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