Fuente: Jacobin
Link de origen:
https://jacobinlat.com/2024/09/tomar-el-camino-por-asalto/
¿Se puede volver al Tao Te Ching en
clave política y de ayuda colectiva, en polémica con la apropiación
individualista New Age? En la versión de Ezequiel Zaidenwerg-Dib se lo entiende
como «una introducción al anarquismo en su variante cooperativista».
lguna vez me gustaría hacer una
lectura de las condiciones de recepción del Tao Te Ching en
Argentina. ¿Qué editorial lo publicó primero? ¿Quién hizo la primera
traducción? ¿Fue el uruguayo Edmundo Montagne, traductor, según dicen, de la
primera edición en castellano? ¿O se habrá leído antes en la versión española
de José Tola?
Lo cierto es que, durante los
noventa, a tono con el menemismo, la euforia emprendedurista y el sonsonete del
fin de la historia, las ideas milenarias de Laozi fueron desplazadas, en muchas
librerías, del estante de filosofía al de autoayuda. Desde El poder verdadero hasta Tao
Te King en la empresa o El tao del emprendimiento, la vasta
literatura de la economía de libre mercado y el individualismo motivacional fue
capitalizando lentamente este pilar del pensamiento filosófico chino que lleva
más o menos veinticinco siglos entre nosotros. Pero como el libro no deja de
sustraerse a la tarea de la interpretación, los ejercicios de canibalismo
empresarial lo asediaron con una amplia oferta de sentidos dignos de
un fast food hermenéutico.
«Solo se llega al Tao en un incendio»,
empieza Ezequiel Zaidenwerg-Dib sus instrucciones «Para no leer el Tao» que
prologan las versiones (porque llamarlas traducciones, reconoce, sería
erróneo, vistas las licencias y las intervenciones que se permite) del Tao Te
Ching que publicó este año la cooperativa editorial Como un lugar. Ya el
punto de partida es toda una declaración de principios. No un
camino al éxito, sino un camino en la crisis. El lugar de
enunciación es radicalmente distinto al de una abrumadora cantidad de ediciones
en circulación. Pero si un tropel de criaturas incendiadas por el capitalismo
tardío llegaran al libro con la idea de usarlo de extintor, la edición cuidada
por Zaidenwerg-Dib protege la experiencia de la perplejidad que implica el
encuentro con la apertura de sentidos de cada uno de los poemas de Laozi.
Porque El camino: versiones del Tao Te Ching sostiene que el Tao,
además de «un algoritmo», «una ética, una economía y una semiótica», es, antes
que nada, un libro de poemas.
El primer acierto, entonces, es el
mutis por el foro de los paratextos, que le hace justicia a la propia filosofía
del Tao: si el camino se usa y no se agota, si no se consume con el
uso y no pierde, al vaciarse, su forma, su poder, ¿qué sentido
tendría confiar en la reducción utilitaria de una lectura guiada? Por eso los
poemas no llevan falsos títulos explicativos, sino números romanos; se evitan
los desgloses sobre el modo de aplicar la sabiduría ancestral a la vida
cotidiana; el prólogo está resuelto en tres páginas precisas hasta lo imposible
que demandan lecturas sucesivas para entender todas sus implicancias; y hacia
el final solo hay una mini bio de Laozi (junto a la de Zaidenwerg-Dib) y el
detalle de un mapa en miniatura del antiguo estado de Chu.
Sucede que la apuesta del libro,
enunciada en el prólogo, está ejecutada en las mismas versiones, sin necesidad
de paratextos, y consiste en una reapropiación del Tao entendido como «una
introducción al anarquismo en su variante cooperativista». Con el antecedente
de la versión también bastante libre de Ursula K. Le Guin, que alguna vez se
autopercibió taoísta anarquista, Ezequiel Zaidenwerg-Dib toma el camino por
asalto para postular que el libro es político y, por ende, de ayuda colectiva.
Su intervención polemiza con los modos de leer el Tao en occidente en las
últimas décadas vía el advenimiento del New Age, los orientalismos varios,
el coaching ontológico y el emprendedurismo que totemiza, en su
cóctel de dudosa honestidad intelectual, las Cartas filosóficas de
Séneca y El arte de la guerra de Sun Tzu.
Para Zaidenwerg-Dib, el Tao invita «a
imaginar una existencia armónica, libre de la miseria y la desigualdad, pero no
del dolor ni de la muerte, a la que recomienda temer menos». Me interesa la
disputa de sentidos apropiados por la derecha cultural como gesto productivo
para pensar herramientas que podamos incorporar a nuestros activismos a veces
oxidados por una discursividad acaso demasiado remanida. Las mismas versiones
dan cuenta de la disputa; se trata del trabajo de reversión como diario de lectura,
que va dejando pistas y confeccionando sus propios covers con una
noción cristalina de lo que implica ser contemporáneo —y un desparpajo más que
bienvenido—. Además de un libro, es un modo de leer, es decir: un ejercicio de
crítica en el sentido que le daba al término George Steiner. Leyéndolo es
difícil imaginar qué le vieron al Tao los visionarios que lo explotaron
comercialmente:
En el gobierno, el sabio
vacía el corazón, llena la panza,
aplaca la ambición,
fortalece los huesos,
refrena el apetito por saber
y amortigua el afán de los que saben.
Para fortalecer la idea de que los
poemas son covers, dos veces aparece la figura del featuring: si la
música de Juana de Asbaje y Luis de Góngora suena en la mente de
Zaidenwerg-Dib, él permite que ingresen al poema, porque pretende hacer y
no por eso ser autor, / guiar sin controlar ni dominar. Y su manera de
guiar es rítmica, porque el ritmo, sabemos, es una ética. La combinación de
versos heptasílabos y endecasílabos es una constante en todo el libro. Una
respiración de la forma cerrada que vuelve cristalinos los reenvíos entre
imágenes dispersas como esquirlas. En algunos casos su intervención no tiene
intenciones de pasar desapercibida y configura versos que parecen escritos
ayer, no hace decenas de siglos. La gente se obsesiona con la
ropa, / marcha por el derecho a portar armas, / saca fotos
de todo lo que come / y acopia más de lo que puede usar. O más hacia
el final: La gente tiene hambre. Los impuestos / subieron. Los
de arriba pagan poco. ¿Hace falta aclarar la vigencia de esta
actualización de un texto milenario que reinscribe en el presente los alcances
de una reversión situada?
«La mayoría de las traducciones han
atrapado sentidos en su telaraña, pero en prosa, dejando que la belleza se
resbale. Y en poesía la belleza no es ningún adorno; es el sentido. Es la
verdad», escribía Ursula K. Le Guin. Si se insiste en una lectura totalmente
secular del Tao de Zaidenwerg-Dib, igual es inevitable que la experiencia
revista un efecto de verdad (llamémoslo así para sostenernos en el campo de lo
estético). Pero parece contradictorio hablar de verdad en un libro demorado en
la confección de paradojas. Guiado por el «hacer sin hacer» que rige el
pensamiento taoísta, Zaidenwerg-Dib recurre a su facilidad para los juegos de
palabras y, siempre que puede, acentúa en el nivel sonoro la incoherencia
semántica (El sabio ve complejidad en todo / por eso mismo nunca se
complica, o Para mandar hay quesoltar el mando). Me acordaba de
la Posdata comunista, donde Boris Groys reclamaba un gobierno ejercido por
la paradoja:
El que hoy en día habla con paradojas
aparece como un philosophe maudit que —traumatizado por la vida,
llevado por las fuerzas del deseo e irremediablemente perdido en las
ambigüedades del lenguaje— hace que el discurso racional explote o se
deconstruya (…).
Hay en el Tao una fuerza subversiva
contenida en las estrategias con las que compone verdades: la puesta en tensión
de los binarismos, las repeticiones, las contradicciones aparentes, y último,
pero no menos importante, el humor. Esa es la fuerza que dinamita el lenguaje
que habla a través de la época y sugiere otra manera de juntar palabras con
palabras para hacer cosas con ellas. En el terreno de la literatura, me llama
la atención que la ficción extraña, siempre interesada en cuestionar la ilusión
de mímesis del realismo, haya recurrido al pensamiento de Laozi en la creación
de algunos mundos ficcionales: la propia Le Guin imagina una religión similar
al taoísmo en La mano izquierda de la oscuridad, y más recientemente M.
John Harrison les atribuye a dos criaturas de El curso del corazón un
movimiento en ying yang que el narrador vincula al Tao. En esta clave de
escrituras extrañas, me gusta pensar que el poema LXXX podría ser un disparador
para una novela weird utópica:
Un país chico donde quepan todos,
donde no falten adelantos técnicos
pero que no generen dependencia;
en el que, por respeto hacia la muerte,
nadie quiera emprender largos periplos;
con excelentes medios de transporte
pero sin incentivos para irse;
donde, si hay armas, no haya que exhibirlas;
donde la gente vuelva a usar el quipu,
cocine rico y vista igual de bien;
le guste dónde vive y cómo vive
y su costumbre sea la alegría.
Un país en un mundo sin fronteras.
En el incendio de la catástrofe
psíquica, política y ambiental del presente, llego al Tao buscando no solo una
compañía personal, sino principalmente un manual de gobierno para un futuro
abierto y paradójico, uno donde los verdaderos líderes / son los
desconocidos.
Milagros Porta estudia Artes de la Escritura en la Universidad Nacional
de las Artes (Argentina). Es editora en la revista y editorial Taipei. En
2022 publicó el libro de cuentos Aguamala (Hexágono Editoras).
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