Fuente: El Tábano Economista
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Socialismo no es lo mismo
que pobreza compartida
(Deng Xiaoping)
La económica aborda de manera clara y
coherente cómo la teoría dominante tiende a considerar la estabilidad como un
indicador de una economía saludable, mientras que las turbulencias son vistas
como excepciones que pueden gestionarse a través de políticas adecuadas. Sin
embargo, el análisis también subraya que las «tormentas» económicas no son
meras anomalías, sino que forman parte intrínseca del sistema capitalista.
El sistema económico capitalista es
propenso a tempestades intercaladas con períodos de calma. El pensamiento
económico convencional, destaca la inevitabilidad de las crisis y la relación
compleja entre comercio, guerra y control de recursos. Se subraya que,
históricamente, el control de rutas de transporte y recursos clave ha sido un
objetivo militar y político, lo que implica que la estabilidad comercial global
no solo depende de factores económicos, sino también de dinámicas de poder
geopolítico.
Las guerras impiden el comercio e
interfieren en el crecimiento. Hasta el día de hoy, el control de los medios de
transporte sigue siendo un objetivo militar, sobre todo los mares;
Indo-Pacifico, Canal de Suez, la ruta marítima del Ártico, son buenos
ejemplos. El control de los recursos escasos es también un objetivo
político y militar clásico. Los países que no son autosuficientes en recursos
clave como el agua, los alimentos básicos, las materias primas (incluidos los
fertilizantes), los materiales y la energía deben comprar estos productos a
otros países, de la misma manera que las naciones sin litoral deben comprar el
acceso al mar a través de otras naciones. Con demasiada frecuencia, la amenaza
de negar el acceso al mar o cortar el suministro de recursos clave se utiliza
como arma política para mantener subordinados a los vecinos hostiles.
El uso de las fuerzas armadas o de la
desestabilización de territorios puede ser una forma de restringir el acceso a
los medios de transporte y a los recursos clave, lo que retrasa, en este caso,
el ascenso de China. El control financiero es igualmente importante. Incluso
cuando un país tiene acceso a medios de transporte a través de su propio mar y
aeropuertos, las empresas sólo pueden comerciar con esa nación si el mundo
financiero se lo permite. El dominio financiero de Estados Unidos ha hecho que
el dólar estadounidense sea omnipresente en el comercio global. No es extraño
entonces que países más grandes, como China y Rusia, estén tratando de
desarrollar sus propios sistemas de financiación que prescindan del dólar
estadounidense.
El dominio de mares, finanzas, y
bienes genera una conclusión contundente con respecto al comercio: el libre
comercio es defendido solo cuando beneficia a quien lo promueve, y cuando no es
así, se recurre al proteccionismo,
tratado en extenso en el artículo del mismo nombre. Bajo este mecanismo,
Estados Unidos regresará como en el pasado a su posición de autarquía, leyes
arancelarías como la Smoot-Hawley (1930), que intentaron proteger la economía
estadounidense durante la Gran Depresión que el Congreso aprobó, elevando los
aranceles a niveles récord. Esto resalta la idea de que los principios
económicos y comerciales son aplicados de manera flexible según los intereses
de los actores dominantes, sugiriendo una crítica a la hipocresía inherente en
las prácticas comerciales globales.
Esta idea de un relato irreal marca
la lógica de por qué la próxima guerra comercial de Estados Unidos con China
podría ser muy diferente a la anterior. En 2018, Estados Unidos inició una
serie de aranceles contra los productos chinos debido a déficit comercial y
prácticas comerciales que, según su opinión, perjudicaban injustamente a las
industrias estadounidenses. Sin embargo, según datos chinos, el déficit estadounidense
no ha hecho más que aumentar en los años intermedios, lo cual es cierto, y el
déficit global agregado de bienes con China se ha duplicado desde
2018 U$S 442.574 millones de dólares a U$S 814.280 millones en 2023.
Superávit comercial de China por
región (en millones de dólares)
Fuente: Aduanas de China
Es decir, en 2023, 150 países tenían un déficit comercial de bienes con
China. Como muestra la tabla, los déficits comerciales bilaterales reflejan
simplemente la dinámica macroeconómica de la oferta, la demanda y el ahorro
entre países y este punto es central. Pero eso no es todo. Como parte de su
estrategia para generar “ nuevas fuerzas productivas de calidad”, Beijing ha
desplazado su foco hacia un crecimiento impulsado por la tecnología. Desde
2018, China ha más que duplicado sus exportaciones de productos de alto valor
agregado, como vehículos eléctricos, baterías, semiconductores y paneles
solares. La débil demanda interna significa que esta mayor producción se
redirige a los mercados extranjeros, mientras que el fortalecimiento de la
capacidad interna para fabricar productos de alta tecnología ha reducido la
necesidad de China de importarlos.
O sea, dada la baja capacidad de la
población china para incrementar el consumo, la economía asiática se dirige a
captar el ahorro de otros países para que consuman bienes de su manufactura
para mantener el trabajo chino. La capacidad de producir nuevas tecnologías,
por otra parte, puede perjudicar a los países avanzados, más específicamente a
Estados Unidos y Europa. Simple y transparente fue la visión de la secretaria
del Tesoro estadounidense Janet Yellen en su visita a China, cuando
subrayó las consecuencias económicas globales de la sobrecapacidad industrial
del gigante asiático. “China es demasiado grande para exportar su
camino hacia un crecimiento rápido”.
Las preocupaciones son reales en
Estados Unidos y Europa, en particular en lo que respecta a sectores de alta
tecnología y energía limpia como los vehículos eléctricos, las baterías de
litio y los paneles solares. Sin embargo, no se trata de una cuestión sencilla
contraatacar a China por motivos de exceso de capacidad. La UE ha iniciado una
investigación antidumping sobre los vehículos eléctricos chinos (cuyas
importaciones han aumentado en muchos países europeos, lo que amenaza a los
productores nacionales), pero las pruebas de exceso de capacidad en ese sector
son más débiles que en el caso de los paneles solares y las baterías. Las medidas
para restringir la importación de estos productos simplemente aumentarían sus
precios, ya que las empresas occidentales no están en condiciones de reemplazar
los productos chinos.
En otras palabras, si bien las quejas
sobre el exceso de capacidad están justificadas desde una perspectiva
occidental, debe reconocer que el exceso es intrínseco al modelo económico
chino. El exceso de capacidad se determina normalmente al medir la tasa de
capacidad industrial en un sector que se está utilizando para la producción;
las tasas bajas implican capacidad excedente. Las empresas con mucha capacidad
excedente tienden a reducir los precios para generar demanda, lo que perjudica
la rentabilidad de todo el sector. China tiene bajas tasas de
utilización, que han fluctuado alrededor del 75%, muy por debajo del 80%
considerado normal. A fines de 2023, la tasa de utilización de la capacidad de
China se ha recuperado unos pocos puntos porcentuales, más que el mínimo
anterior al Covid en 2016 y unos pocos puntos porcentuales más bajo que los de
otros países importantes, incluido Estados Unidos (cuya tasa de
utilización cayó por debajo del 80 por ciento en 2023).
Sin embargo, detrás de la baja tasa
agregada hay una dispersión
muy amplia entre los diferentes sectores. Los vehículos eléctricos tienen
alta tasa de utilización, mientras que sectores de baja tecnología, como el
cemento y el vidrio (que están siendo arrastrados por la caída de la
construcción inmobiliaria), así como en baterías de litio y paneles solares,
tienen una baja tasa.
China no depende tanto de la
exportación de automóviles, incluidos los vehículos eléctricos, como otros
grandes países fabricantes de automóviles. En concreto, su tasa de exportación
es bastante baja, 15% frente al 48% de Japón, el 72% de Corea del Sur y el 79%
de Alemania. Como resultado, los posibles aranceles de la UE y los EE.UU.
pueden frenar el crecimiento de las exportaciones chinas de vehículos
eléctricos en esas regiones, pero difícilmente se puede esperar que alteren la
trayectoria general de crecimiento de ese sector.
Por su parte, los
productores de baterías de litio y paneles solares han sufrido tasas
de utilización de capacidad muy bajas, en muchos casos inferiores al 50%. En
particular, la producción anual de paneles solares de China es más del doble de
la demanda mundial. Este enorme exceso de capacidad ha reducido significativamente
los precios de estos productos, lo que beneficia a todos los países
importadores en sus esfuerzos de transición ambiental. Los mayores aranceles
sobre estos productos aumentarán sus precios para los usuarios y retrasará los
objetivos de transición ecológica de muchos países, especialmente porque las
empresas occidentales no están en condiciones de reemplazar los productos
chinos. Es ilustrativo observar que el
presidente Biden ha vetado una resolución del Congreso para
restablecer los aranceles a las importaciones baratas de paneles solares de los
países del sudeste asiático por temor a retrasar el ritmo de las instalaciones
solares necesarias para cumplir el objetivo de su administración de un 100% de
electricidad limpia para 2035.
Un claro ejemplo del ciclo de
sobrecapacidad de China se puede encontrar en el enorme programa de estímulo
desatado por Beijing en respuesta a la crisis financiera mundial de 2008, que
ofreció crédito abundante y barato para estimular la construcción de
infraestructura y vivienda. El exceso de capacidad resultante en carbón, acero
y otros materiales de construcción fue bastante severo, deprimiendo la inflación
de los precios al productor, manteniéndola en territorio negativo durante más
de cincuenta meses consecutivos. La
Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda (BRI) de China, lanzada
en 2013, podría haber sido diseñada en parte con el objetivo de exportar la
capacidad excedente del país en la construcción. Estas medidas pudieron poner
el problema del exceso de capacidad bajo cierto grado de control.
En la actualidad, los dirigentes del
Partido Comunista Chino parecen ser conscientes del problema del exceso de
capacidad industrial, el dilema es detenerlo. La capacidad industrial de las
empresas de bienes intermedios da trabajo a los chinos y las nuevas tecnologías
son necesarias para el desarrollo estratégico del país. Estados Unidos y la UE
han luchado durante algún tiempo con el problema del exceso de
capacidad. Sin embargo, el aumento de los aranceles no ha sido una solución
totalmente satisfactoria. Ha brindado cierta protección a los sectores
afectados en los países importadores a costa de precios más altos para los
consumidores, pero no ha sido un cambio radical en términos de garantizar la
igualdad de condiciones para todos los países.
Basándonos en la experiencia
histórica, es seguro decir que la fase actual de sobrecapacidad de China en
industrias de alta tecnología y ecológicas, como las baterías de litio y los
paneles solares, afectará al resto del mundo durante algún tiempo. El problema
es cuánto tiempo podrá aguantar Occidente sancionando a China.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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