Fuente: Revista Sin Permiso
Link de origen:
https://www.sinpermiso.info/textos/son-las-armas-idiota
¿Estamos ya tan acostumbrados a la premisa de
que no se puede hacer nada contra la posesión masiva de armas militares que el
control de armas ha desaparecido del discurso y el debate públicos?
El expresidente Trump ha sobrevivido ya a dos
intentos de asesinato. La cobertura del primero, el 13 de julio, en Butler,
estado de Pensilvania, donde el posible asesino fue capaz de situarse en una
línea de visión clara en una azotea fuera del perímetro de seguridad del
Servicio Secreto, puso de relieve el fracaso de éste a la hora de coordinarse
con las fuerzas locales del orden. La directora del Servicio Secreto, Kimberly
Cheatle, abochornada por el fallo, dimitió. Las investigaciones siguen en
curso.
El intento de asesinato de ayer, con un
tirador que se escondió entre los arbustos que bordean uno de los campos de
golf de Trump, podría describirse más bien como un fallo sistémico. No es
factible que el Servicio Secreto vigile cada centímetro de potencial agresión
en grandes espacios al aire libre. Un agente que iba un hoyo por delante del
expresidente tuvo la fortuna de divisar un rifle que sobresalía de unos
arbustos a varios cientos de metros. De no haber sido así, el potencial asesino
podría haber efectuado disparos a corta distancia con un arma semiautomática.
La cobertura ha señalado el hecho de que el dispositivo de seguridad de Trump
es menor que el de un presidente en ejercicio y no cubre todo el campo de golf.
En ambos casos, el presidente Biden y la vicepresidenta
Harris realizaron declaraciones en las que agradecían que Trump estuviera a
salvo, recalcando que no hay lugar para la
violencia política en este país. Biden habló de destinar más recursos al
Servicio Secreto.
Ninguno hizo mención de las armas.
De hecho, las armas han estado extrañamente
ausentes de los comentarios nacionales. Evidentemente, si queremos que los
candidatos presidenciales y los escolares estén a salvo de los intentos de
asesinato y del caos masivo en las aulas, el camino más directo no es un
Servicio Secreto más ingente o mejores simulacros de cómo agacharse y cubrirse
en las escuelas, sino acabar con la posesión masiva de armas de asalto.
En los últimos asesinatos en las aulas de
Winder, estado de Georgia, se repitió un guion similar. Las preguntas que se
formularon se centraban en la razón por la que el padre le compró un arma de
asalto a un niño de 14 años y si debía ser acusado de asesinato (lo ha sido),
en por qué falló la comunicación entre las fuerzas del orden, avisadas de los
mensajes violentos del niño en las redes sociales, y la escuela, o en por qué la
escuela no respondió a tiempo a la llamada de la madre media hora antes del
tiroteo, y en si la escuela disponía de las medidas de seguridad adecuadas.
¿Alguien se ha preguntado por qué son legales
las armas de asalto, más si cabe tratándose de niños? Porque si este es el
caso, yo no lo he oído.
Entiendo que J.D. Vance sea capaz de afirmar que
los tiroteos en las escuelas son simplemente “cosas de la vida”, así que ya se pueden ir acostumbrando.
«Tenemos que reforzar la seguridad [escolar]», añadió Vance, “para que si un
psicópata quiere entrar por la puerta principal y matar a un montón de niños no
pueda hacerlo”. Por supuesto, Vance no mencionó el control de armas.
Pero ¿tan temerosos están Biden y Harris de la
reacción de los poseedores de armas, digamos, en Montana o Carolina del Norte,
que no tocarán el tema ni con un rastrillo? ¿Y han sido los comentaristas tan
concienzudamente entrenados por la NRA [Asociación Nacional del Rifle, el mayor
grupo de presión en favor de las armas] que el control de armas ha dejado de
formar parte del debate público? Tras el atentado contra Ronald Reagan en 1981,
el debate nacional posterior giró en torno al control de armas.
En 1994, el presidente Clinton, con el apoyo
de ambos partidos, promulgó una ley que prohibía las armas de asalto y los
cargadores de gran capacidad. Esa prohibición expiró en 2004, tras una presión
masiva de la NRA. En la década siguiente, según la Campaña Brady [en favor del
control de armas], los tiroteos masivos en los que murieron seis o más personas
aumentaron un 347%.
Hoy, la mayoría de los defensores del control
de armas están tan intimidados que lo único que están dispuestos a discutir es
una cosa endeble llamada «seguridad de las armas». Yo lo siento, pero es que se
puede entrenar perfectamente en la seguridad de las armas a los aspirantes a
asesinos y tiradores escolares, para así matar mejor a la gente.
El hecho es que alrededor del 61 % de los norteamericanos está de
modo general en favor de un mayor control de las armas, según las encuestas de Pew, y casi dos tercios están a favor de
prohibir las armas de asalto.
El candidato demócrata a la vicepresidencia
Tim Walz, tenedor de un arma, está en buena situación de poder decir: «Si
quieres usar armas de asalto, puedes alistarte en el ejército, como hice yo. Si
quieres un arma para cazar o para protección personal, te apoyo. Pero no
necesitas un arma de asalto cuyo único propósito es matar a mansalva. Nos deja
a todos menos seguros».
Pero ya podemos esperar sentados.
Y, sí, el Tribunal Supremo sigue facilitando
que cualquiera posea cualquier tipo de arma. Es el mismo Tribunal Supremo
degradado que anuló Roe contra Wade [el caso que permitía el aborto a escala
federal] y la mayor parte de la Ley del Derecho al Voto, y dictaminó que un
presidente en ejercicio goza de inmunidad en la mayoría de los procesos
penales.
Pues bien, los principales demócratas están
hablando de poner límites a los mandatos de los jueces, o de ampliar el
Tribunal, presumiblemente para poder restablecer Roe v. Wade y la aplicación de
los derechos civiles. Debe añadirse el control de armas a esta lista.
De lo contrario, podemos esperar más tiroteos
en escuelas, más pensamientos y plegarias, más intentos de asesinato de
presidentes y más demandas perversas de mayor seguridad, cuando la verdadera
solución está ahí a tiro. A quemarropa.
Robert Kuttner es cofundador
y codirector de la revista The American Prospect, es profesor de la Heller
School de la Universidad Brandeis. Columnista de The Huffington Post, The
Boston Globe y la edición internacional del New York Times, su último libro es
“Going Big: FDR's Legacy, Biden's New Deal, and the Struggle to Save Democracy”
(New Press, 2022).
Fuente:
The American
Prospect, 16 de septiembre de 2024
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