Fuente: El Viejo Topo
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Pensamiento crítico: pensamiento que
busca la esperanza en un mundo donde parece que ya no existe. Pensamiento
crítico: pensamiento que abre lo cerrado, que sacude lo fijo. El pensamiento
crítico es el intento de entender la tormenta y algo más. Es entender que en el
centro de la tormenta hay algo que nos da esperanza.
La tormenta viene, o más bien ya está
aquí. Ya está aquí y es muy probable que se vaya intensificando. Tenemos un
nombre para esta tormenta que ya está aquí: Ayotzinapa. Ayotzinapa como horror, y también como símbolo
de tantos otros horrores. Ayotzinapa como expresión concentrada de la cuarta
guerra mundial.
¿De dónde viene la tormenta? No de
los políticos –son ejecutores de la tormenta nada más. No del imperialismo, no
es producto de los Estados, ni de los Estados más poderosos. La tormenta surge
de la forma en la cual la sociedad está organizada. Es expresión de la
desesperación, de la fragilidad, de la debilidad de una forma de organización
social que ya pasó su fecha de caducidad, es expresión de la crisis del
capital.
El capital es de por sí una agresión
constante. Es una agresión que nos dice todos los días «tienes que moldear lo
que haces de cierta forma, la única actividad que tiene validez en esta
sociedad es la actividad que aporta a la expansión de la ganancia del capital».
La agresión que es el capital tiene
una dinámica. Para sobrevivir tiene que subordinar nuestra actividad cada día
más intensamente a la lógica de la ganancia: «hoy tienes que trabajar más
rápidamente que ayer, hoy tienes que agacharte más que ayer».
Con eso ya podemos ver la debilidad
del capital. Depende de nosotros, de que queramos y podamos aceptar lo que nos
impone. Si decimos «perdón, pero hoy voy a cultivar mi milpa», u «hoy voy a
jugar con mis hijos», u «hoy me voy a dedicar a algo que tenga sentido para
mí», o simplemente «no, nos vamos a agachar», entonces el capital no puede sacar
la ganancia que requiere, la tasa de ganancia cae, el capital está en crisis.
En otras palabras, nosotros somos la crisis del capital, nuestra falta de
subordinación, nuestra dignidad, nuestra humanidad. Nosotros somos la crisis
del capital y orgullosos de serlo, estamos orgullosos de ser la crisis del
sistema que nos está matando.
El capital se desespera en esta
situación. Busca todos los métodos posibles para imponer la subordinación que
requiere: el autoritarismo, la violencia, la reforma laboral, la reforma
educativa. También introduce un juego, una ficción: si no podemos sacar la
ganancia que requerimos, vamos a fingir que existe, vamos a crear una
representación monetaria para un valor que no se ha producido, vamos a expandir
la deuda para sobrevivir y tratar de usarla al mismo tiempo para imponer la
disciplina que se requiere. Pero esta ficción aumenta la inestabilidad del
capital y además no logra imponer la disciplina necesaria. Los peligros para el
capital de esta expansión ficticia se vuelven claros con el colapso de 2008, y
con eso se hace más evidente que la única salida para el capital es a través
del autoritarismo: toda la negociación alrededor de la deuda griega nos dice
que no hay posibilidad de un capitalismo más suave, el único camino para el
capital es el camino de la austeridad, de la violencia. La tormenta que ya
está, la tormenta que viene.
Nosotros somos la crisis del capital,
nosotros que decimos ¡No!, nosotros que decimos ¡Ya basta del capitalismo!,
nosotros que decimos que es tiempo de dejar de crear el capital, que hay que
crear otra forma de vivir.
El capital depende de nosotros,
porque si nosotros no creamos ganancia (plusvalor) directa o indirectamente,
entonces el capital no puede existir. Nosotros creamos el capital, y si el
capital está en crisis, es porque no estamos creando la ganancia necesaria para
la existencia del capital, por eso nos están atacando con tanta violencia.
En esta situación, realmente tenemos
dos opciones de lucha. Podemos decir: «sí, de acuerdo, vamos a seguir
produciendo el capital, promoviendo la acumulación de capital, pero queremos
mejores condiciones de vida». Esta es la opción de los gobiernos y partidos de
izquierda: de Syriza, de Podemos, de los gobiernos en Venezuela y Bolivia. El
problema es que, aunque sí pueden mejorar las condiciones de vida en algunos
aspectos, por la desesperación misma del capital existe muy poca posibilidad de
un capitalismo más humano.
La otra posibilidad es decir «Chao,
capital, ya vete, vamos a crear otras maneras de vivir, otras maneras de
relacionarnos, entre nosotros y también con las formas no humanas de vida,
maneras de vivir que no están determinadas por el dinero y la búsqueda de la
ganancia, sino por nuestras propias decisiones colectivas».
Aquí en este
seminario estamos en el mero centro de esta segunda opción. Este es el
punto de encuentro entre zapatistas y kurdos y miles de movimientos más que
rechazamos el capitalismo, tratando de construir algo diferente. Todas y todos
estamos diciendo «Ya, capital, ya pasó tu tiempo, ya vete, ya estamos
construyendo otra cosa». Lo expresamos de muchas maneras diferentes: estamos
creando grietas en el muro del capital y tratando de promover su confluencia, estamos
construyendo lo común, estamos comunizando, somos el movimiento del hacer
contra el trabajo, somos el movimiento del valor de uso contra el valor, somos
el movimiento de la dignidad contra un mundo basado en la humillación. Estamos
creando aquí y ahora un mundo de muchos mundos.
Pero ¿tenemos la fuerza suficiente?
¿Tenemos la fuerza suficiente para decir que no nos interesa la inversión
capitalista, que no nos interesa el empleo capitalista? ¿Tenemos la fuerza para
rechazar totalmente nuestra dependencia actual del capital para sobrevivir?
¿Tenemos la fuerza para decir un «adiós» final al capital?
Posiblemente no la tenemos, todavía.
Muchos de nosotros que estamos aquí tenemos nuestros sueldos o nuestras becas
que vienen de la acumulación del capital o, si no, vamos a regresar la semana
próxima a buscar empleo capitalista. Nuestro rechazo al capital es un rechazo
esquizofrénico: queremos decirle un adiós tajante y no podemos o nos cuesta
mucho trabajo. No existe pureza en esta lucha. La lucha para dejar de crear el
capital es también una lucha contra nuestra dependencia del capital. Es decir,
es una lucha para emancipar nuestras capacidades creativas, nuestra fuerza para
producir, nuestras fuerzas productivas.
En eso estamos, por eso venimos acá.
Es cuestión de organizarnos, claro, pero no de crear una Organización, sino de
organizarnos de múltiples maneras para vivir desde ahora los mundos que
queremos crear.
¿Cómo avanzamos, cómo caminamos?
Preguntando, por supuesto, preguntando y abrazándonos y organizándonos.
John Holloway (1947, Dublín) es considerado en el ámbito académico
como un sociólogo y filósofo del marxismo autónomo. Sin embargo, él nunca se ha
definido ni como sociólogo, ni como filósofo, ni como historiador, ni
estrictamente como autonomista. Ha considerado su teoría, no como componente de
una disciplina académica, sino como contribuciones a la «teoría del cambio
social» que para él está constituida en gran parte por el marxismo. Ha
desarrollado su pensamiento en cercanía con el zapatismo en México, donde ha
vivido desde 1991. Es abogado, doctor en ciencias políticas egresado de la
Universidad de Edimburgo y diplomado en altos estudios europeos en el College
d’Europe. Desde 1972 es profesor en el Departamento de Política de la
Universidad de Edimburgo y, actualmente, profesor del Instituto de Humanidades
y Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Puebla, México. El Viejo Topo
ha publicado sus libros Cambiar el mundo sin tomar el poder y Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo.
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