Revista Pulsiones Año I ¿Tiene sentido confrontar a las pseudociencias?... por Natalia Pasternak y Carlos Orsi
El biólogo Jerry Coyne, autor del
libro “Por qué la evolución es una verdad”, acostumbra decir que, cuando un
artículo de divulgación científica tiene una pregunta como título, la respuesta
es siempre “no”. He aquí la excepción a la regla. Un interrogante recurrente
que encontramos aquí en la Revista Questão de Ciência es si nuestra propuesta
editorial básica, de señalar las inconsistencias y los errores escabrosos de
las doctrinas, terapias y prácticas que forman parte de la gran familia de las
pseudociencias, cumple alguna función real y relevante en el universo de la
comunicación científica. Aceptando incluso que el concepto de pseudociencia es
útil y válido (lo cual uno de nosotros ya
defendió en otro artículo), la pregunta es pertinente, en un sentido bien
empírico: a fin de cuentas, confrontar las pseudociencias ¿ayuda a que la
sociedad se vuelva más racional? Criticar ideas pseudocientíficas ¿reduce
realmente la adhesión de las personas a ellas e, de rebote, el
daño que causan?
La respuesta automática (algunos
dirían ingenua) es: sí, claro. La persona cree en tonterías, tú le explicas que
se trata de una tontería, ella deja de creer. Una visión un poco más
sofisticada de la cognición humana, sin embargo, parece sugerir que las cosas
no son así de simples.Por ejemplo, hay alguna investigación que señala la
existencia de un “efecto
rebote” en la comunicación: a veces, cuando intentamos explicar los
hechos a alguien que está convencido de lo contrario —el calentamiento global y
la evolución son ejemplos clásicos— después de oír nuestros argumentos, la
persona termina más convencida todavía de su punto de vista erróneo.En medio de
la comunicación científica, la constatación de la existencia del efecto rebote
se ha sumado a las preocupaciones, legítimas y aún más antiguas, en cuanto al
tono ácido de ciertas contestaciones de la pseudociencia —es plausible, a fin
de cuentas, que tildar a una persona de ignorante o idiota no ayude a tornarla
más receptiva al mensaje que se desea dar.
Esa combinación de factores terminó
llevando a algunas personas a creer que la única divulgación científica
realmente posible sería aquello que, en homenaje a Caetano Veloso, decidimos
llamar “divulgación odara” —supernovas despampanantes, bacterias
bioluminiscentes, mariposas bellas, peces coloridos, invenciones fantásticas.
Incluso reconociendo que las
pseudociencias pueden ser un problema, los adherentes de la línea
“solo-odara-salva” tienden a creer que la divulgación científica, llevada a
cabo de esa forma esplendorosa, puede tener una especie de efecto osmótico,
educando al público respecto de los modos y métodos de la ciencia, tornándolo
menos susceptible a las pseudociencias en el mediano y largo plazo. Y sugieren
que la prevalencia de las creencias pseudocientíficas en el mundo actual es
prueba de que esta estrategia para confrontar fracasó.Hay, claro, una serie de
errores en esa cadena de razonamientos.
Primero, se confunden riesgos (efecto
rebote, tono inadecuado) con inevitabilidades. La respuesta racional al riesgo
de ahogamiento no es evitar las piscinas a cualquier costo, es usar flotadores
y, después, aprender a nadar.
Existen diversas investigaciones
sobre la comunicación de la ciencia, sesgos cognitivos, resistencia a los
sistemas de creencias, que pueden ser usadas para mejorar la presentación
de los argumentos contra las pseudociencias. Incluso en este mundo de
sensibilidades exacerbadas, aún es posible decirle a una persona que está
engañada sin necesariamente ofenderla.
Segundo, se confunden los
públicos-objetivo: incluso suponiendo que es inútil intentar cambiar el punto
de vista de un astrólogo profesional, existe el punto de vista de las personas
que irían a consultarlo, si no recibieran a tiempo una orientación mejor. O los
padres, informados de que los consejos del naturópata no valen el desgaste de
tímpanos que sufren al oírlos, después de todo pueden decidir vacunar
a sus hijos. Si el astrólogo puede ofenderse con una tirada sarcástica o
una frase como “la astrología es igual que la creencia en la Tierra plana”, el
consultante potencialmente puede tener la curiosidad aguzada por el humor —y
buscar más información. Existen estudios que indican que es posible
“vacunar” a las personas contra creencias falaces.
Además, existen estudios que sugieren
que, más que terquedad ideológica o apego emocional —que serían los principales motores
del “efecto rebote”— las creencias falsas persisten por una especie
de pereza o inercia
mentales, definidas como la falta de estímulo para reflexionar mejor sobre
la cuestión establecida. En ese contexto, una declaración provocadora, un
pinchazo quizá proporcione el incentivo necesario.
Tercero, no es suficiente señalar la
popularidad actual de las pseudociencias para demostrar que el método de
confrontar es inútil. No conocemos la condición contrafactual —cuál sería la
popularidad de las pseudociencias sin el confronto— y la crítica ignora la
diferencia de potencia y de medios entre los campos (todos los periódicos
tienen una columna sobre horóscopos; las revistas de dieta y bienestar propagan
tonterías a granel). Aparte de eso, la objeción presupone una expectativa
exagerada: que todavía haya mosquitos en el mundo no torna inútiles a los
insecticidas.
Un test práctico
Al fin, la idea de que la
divulgación-odara basta para reducir la vulnerabilidad de la población a las
pseudociencias, por ósmosis, no tiene apoyo en las evidencias. Lo que reduce la
creencia en las pseudociencias es —¡sorpresa!— la crítica directa a las
pseudociencias, siempre que esté bien hecha.
Y nada mejor que un trabajo
científico para ilustrarlo. Según Dyer y
Hall (2018), es preciso llamar a las cosas por su nombre. Siendo autores de
un estudio extenso sobre creencias injustificadas, estos investigadores
constatan que la mera comprensión de la ciencia, y de sus métodos, no lleva al
rechazo de las pseudociencias. El estudio se llevó a cabo con estudiantes
universitarios, que respondieron a un cuestionario detallado sobre creencias
personales que variaban de fenómenos paranormales y medicina alternativa a monstruos
como Pie Grande, y OVNIS, y comparó los efectos de dos tipos de instrucción —un
curso regular de metodología científica y un curso específico sobre la
diferencia entre ciencia y pseudociencia— en la reducción del predominio de
creencias injustificadas entre los alumnos.
Las cuestiones a investigar que el
estudio se proponía responder eran:
¿Será que un curso de pensamiento
crítico que se focaliza específicamente en las pseudociencias puede reducir las
creencias injustificadas? ¿Y un curso de metodología científica que no aborde
directamente las pseudociencias?
¿Será que existen categorías de
creencias injustificadas que son más fáciles de reducir que otras?
¿Existen diferencias cualitativas
entre los estudiantes (diferencias demográficas, indicadores académicos,
ideologías) que afectan la capacidad de abandonar esas creencias?
Los investigadores aplicaron un
cuestionario a dos grupos de prueba y dos grupos de control. El primer grupo de
prueba estaba formado por estudiantes de un curso que trató específicamente
sobre la diferencia entre ciencia y pseudociencia, donde a los alumnos se les
presentaban las falacias más comunes, el uso de la retórica inapropiada, los
sesgos cognitivos y el uso indebido de la estadística. O sea, ese curso llamaba
a las cosas por su nombre e identificaba lo que es ciencia y lo que es
pseudociencia, al mismo tiempo que enseñaba a los alumnos a pensar de forma
racional y crítica.
El segundo grupo de prueba estaba
formado por los estudiantes de un curso regular de metodología científica, que
enseña cómo se hace la ciencia, pero sin mencionar a las pseudociencias. Y los
grupos de control participaron en cursos del área de la ciencia, sin relación
con la enseñanza del método científico o del pensamiento crítico.
Los resultados fueron analizados
teniendo en cuenta el perfil de los alumnos. Los cuestionarios fueron
respondidos al inicio y al final de los cursos, para medir la posible reducción
de creencias injustificadas e intentar responder a las tres preguntas
mencionadas más arriba.
Los nombres y las cosas
Respondiendo a la primera pregunta,
el estudio mostró que el grupo que participó del curso sobre pseudociencia fue
el que más redujo sus creencias injustificadas. Sobre el tipo de creencias, las
más fáciles de reducir son las que tienen que ver con la medicina alternativa,
monstruos, poderes paranormales y fantasmas, y las más difíciles son aquellas
sobre teorías conspirativas. Las diferencias demográficas entre los estudiantes
mostraron una correlación significativa con las respuestas al cuestionario en
la fase pre-test, pero no en la reducción de las creencias después del curso.
Se trata de un resultado empírico que
asesta un golpe significativo al mito, muy apreciado en el mundo de la
divulgación científica odara, que dice que en el combate a las pseudociencias
es más eficaz dar solo las herramientas necesarias para que el ciudadano llegue
a sus propias conclusiones que sumar, a esas herramientas, una explicación
clara de por qué algo no es lo que parece ser.
El área donde hubo mayor reducción de
creencias injustificadas fue la de las pseudociencias en la salud. Es una muy
buena noticia. Considerando que la medicina integradora y complementaria es un
área que puede traer consecuencias graves para la salud pública y para el
ciudadano, nos parece que vale la pena invertir en proveer información adecuada
y explícita sobre esas prácticas, exponiéndolas como lo que realmente son, sin
eufemismos, y sin temer que la exposición clara y franca de la verdad va a
ofender a alguien.
*Natalia Pasternak es investigadora del Instituto de Ciencias Biomédicas
(ICB) de la Universidad de San Pablo, Brasil, coordinadora nacional del
festival de divulgación científica Pint of Science para Brasil y presidente del
Instituto Questão de Ciência
*Carlos Orsi es periodista y editor jefe de la Revista Questão de Ciência
Fuente:
https://www.revistaquestaodeciencia.com.br/2019/03/17/tiene-sentido-confrontar-las-pseudociencias
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