La cuestión no es si los animales
¿pueden pensar o hablar? Sino: ¿Pueden sufrir? “El mundo no es una obra de arte
y los animales no son un producto fabricado para nuestro uso” (1). Y, “la razón
por la que tanto nos complace ver animales, es porque nos complace ver nuestra
propia naturaleza frente a nosotros” (2). A los animales que no existían en la
filosofía moral, Schopenhauer les incluyó en su ética de la compasión.
En efecto, advirtió que no debemos
ser indiferentes al sufrimiento animal. “La visión de un animal libre yendo a
sus asuntos sin ser molestado, buscando su alimento, o cuidando a sus crías, o
mezclándose con su especie, siendo todo el tiempo exactamente lo que debe y
puede ser, ¡qué extraño placer! ¡nos da! Aunque sea sólo un pájaro, puedo
observarlo durante mucho tiempo con deleite; o una rata de agua o un erizo; o
mejor aún, una comadreja, o un ciervo. La razón principal por la que
disfrutamos tanto mirando a los animales es que nos gusta ver nuestra propia
naturaleza en una forma tan simplificada. Sólo hay un ser mentiroso en el mundo
y ese es el hombre. Cada animal es verdadero y sincero, y no intenta ocultar lo
que es, expresando sus sentimientos tal como son” (3).
El “bípedo”, como solía llamar
Schopenhauer a los humanos, era esencialmente instintivo, codicioso e incapaz
de alcanzar la verdadera felicidad. En general, la vida es un único valle de
lágrimas. Según Schopenhauer, vivimos en el peor de todos los mundos posibles.
No elogiaba a los animales de dos patas; pero, valoraba –en sumo grado a los de
cuatro patas:
“¿Cómo podría uno recuperarse de las
interminables pretensiones, falsedades y traiciones de los humanos si no fuera
por los perros cuyos rostros honestos ¿Se puede mirar sin sospechas? (4)
escribía el filósofo alemán.
Imagino que debe haber sido un
espectáculo, ver al excéntrico filósofo pasear y filosofar con su querido
caniche por las calles de Frankfurt. Schopenhauer tenía caniches desde sus años
de estudiante: el perro y su dueño eran una parte integral del paisaje urbano
de Frankfurt. Cuando uno moría (dada la esperanza de vida promedio de un
caniche, aproximadamente una vez cada doce años), pronto adquiría un nuevo
caniche de aspecto similar. A todos les dio el mismo nombre: "Atman".
Viene de la palabra sánscrita que significa "aliento de vida".
Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos occidentales en ser un lector
entusiasta de la filosofía india. Y la idea, tomada del hinduismo, que las
almas individuales (Atman) de sus fieles amigos de cuatro patas eran
simplemente partes de la misma alma eterna del mundo -de Brahman- se unía a su
sistema filosófico. “El núcleo del caniche” no se pierde: al alemán le gustó
esta idea (5).
Hay tantas anécdotas sobre el amor de
Arthur Schopenhauer por los perros, como sobre su miedo rezongón a la gente. Lo
que es menos conocido, sin embargo, es que el filósofo fue uno de los primeros
pensadores de Europa continental en dar a los animales (no humanos) un lugar
explícito en la ética. Con su ética compasiva, se convirtió en un importante
pionero del movimiento europeo por los derechos y la protección de los
animales.
La pregunta no es si los animales
¿pueden pensar? Sino: ¿Pueden sufrir?
Kant, a quien Schopenhauer le llamaba
mi maestro, sentó las bases para la cuestión del trato moralmente apropiado de
los animales, que había sido tan descuidada en la historia de la filosofía:
Sólo los humanos, que poseían razón y dignidad, tenían derecho a un estatus
moral. Los animales, en la medida en que no eran capaces de razonar, debían
equipararse a meras “cosas”. Para Kant, nuestro comportamiento hacia los
animales tenía -en el mejor de los casos- una relevancia moral indirecta. La
tortura de animales corrompe el carácter. Embota nuestra compasión por otros
seres vivos, debilitando nuestra disposición moral y teniendo un efecto
embrutecedor en nuestro trato con nuestros semejantes.
En Inglaterra, la ética animal avanzó
aún más: Jeremy Bentham, el fundador del utilitarismo clásico escribe: “Otros
animales, que, por haber sido desatendidos en sus intereses por la
insensibilidad de los antiguos juristas, quedan degradados a la clase de las
cosas. (...) Ha llegado el día, y lamento decir que en muchos lugares todavía
no ha pasado, en que la mayor parte de las especies, bajo la denominación de
esclavos, han sido tratadas ... en el mismo pie de igualdad en que ... los
animales lo son todavía. Es posible que llegue el día en que el resto de la
creación animal adquiera los derechos que nunca se le habrían podido negar si
no fuera por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la
negrura de la piel no es razón para que un ser humano sea abandonado sin
reparación al capricho de un torturador. Puede que algún día se reconozca que
el número de piernas, la vellosidad de la piel o la terminación del hueso sacro
son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo
destino. ¿Qué otra cosa puede trazar la línea insuperable? ¿Es la facultad de
razonar, o tal vez, la facultad de hablar? la cuestión no es, ¿pueden razonar?
ni, ¿pueden hablar? sino, ¿pueden sufrir? ¿Por qué debería la ley negar su
protección a cualquier ser sensible?... Llegará el momento en que la humanidad
extenderá su manto sobre todo lo que respira...” (6)
En la Europa continental, fue
Schopenhauer quien rompió con la filosofía moral de su estimado maestro Kant y,
como los utilitaristas británicos antes que él, situó la capacidad de sufrir en
el centro de su ética en lugar de la capacidad de razonar. Pero si el
sufrimiento es decisivo para el estatus moral, entonces hay que prestar la
misma consideración a los seres no humanos capaces de sufrir. Los animales
sufren, y podemos sentir compasión por ellos, razón suficiente a favor del trato
moral a los animales. La supuesta anarquía de los animales, la ilusión que
nuestras acciones hacia ellos carecen de significado moral, que no hay deberes
hacia ellos, es barbarie escandalosa de Occidente, cuya fuente se encuentra en
el hebraísmo. En filosofía, se basa en la suposición, a pesar de toda
evidencia, de una completa diferencia entre el hombre y el animal, que, fue
expresada por Cartesius, como consecuencia necesaria de sus errores (7).
Jhonny Lazo Zubieta, Villazón 17:00, 18 de julio de 2024
Notas.
1. Schopenhauer, Parerga y
Paralipomena, 2 vols., Capítulo 15. De la religión
2. Schopenhauer, Parerga y
Paralipomena, 2 vols., 1851. Segundo volumen. Capítulo 26. Comentarios
psicológicos
3. Ibíd.
4. Cf. Jannis Puhlmann, Schopenhauer:
misántropo y amante de los animales, 11 de marzo de 2019
5. Ibíd.
6. Jeremy Bentham (1748 - 1832),
Introducción a los Principios de Moral y Legislación, Ética práctica, Ariel,
Barcelona 1955, 4ª ed., p. 70.
7. Schopenhauer, Los dos problemas
fundamentales de la ética, 1841, premio sobre los fundamentos de la moral.
Fuente: Lectores de Dostoievsky
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Jhonny Lazo Zubieta
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