Gráfica: Zdzisław Beksiński. Pintor polaco
(Editada)
Con terror noto
que al parecer todos los caminos conducen hacia un neofascismo siglo XXI,
formato que podíamos paralelizar con la década infame del 30: Una democracia aparente,
una dictadura de hecho. En los discursos y argumentaciones (pretextos) de los
representantes de las mayorías y en los medios existe un lenguaje macartista
instalado que resulta bastante abarcativo en tanto hacia dónde va dirigido cuya
pobre dialéctica valdría tomarla intelectualmente como risible sino fuera tan
peligrosa, pues temo que nuestra sociedad es muy permeable a dichas premisas
que presenta el sentido común que posee en su esencia el fascismo. Un sistema
de verdades (y no verdades) absolutas, nada se debate ni se piensa lo pensado, pues
el que piensa resulta peligroso, “es así y no se modifica”, pues para el
fascista existe una sola manera de resolver los dilemas, y él la tiene.
¿Qué pasaría si
este monstruo se corporiza?
Pues nada
distinto de lo que ocurre cuando este tipo de formatos prevalecen debido a que
su mayor fuente de conservación del poder no es otra cosa que el disciplinamiento
social, por las buenas o por las malas, mediante espurios acuerdos legislativos,
judiciales, fraudes electorales, manipulación de la información pública y sobre
todo coerción y represalia. Algunas de éstas ya son bastante visibles, se han naturalizado,
a tal punto que muy pocos son los que notan que el monstruo comienza a tener adhesión
y formato político horizontal.
Como ocurre
generalmente el fascismo logra mimetizarse hábilmente dentro de los
nacionalismos y las derechas, pero observo con preocupación que dentro del campo nacional
y popular, aquel de la transversalidad patriótica de centroizquierda que
instalara Néstor Kirchner, también ha logrado anclaje dialéctico en donde no
solo el progresismo, la izquierda y sus cuadros representativos que aún perviven
con cierto protagonismo dentro de esa transversalidad comienzan a ser
menoscabados y en algún caso estigmatizados peligrosamente exigiendo su
desafectación política, sino además deshonrando e ironizando sin refutación
militante a notorios pensadores de dicho espacio como John W. Cooke, Hernández Arregui o Bernardo Alberte, por citar algunos, regresando a los argumentos macartistas Triple A de los
setenta, aquel que luego derivara, primero en una lucha armada interna y luego en el
genocidio.
*Gustavo Marcelo Sala. Editor
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