Fuente: El Viejo Topo
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Desde 2016 ha habido un desconcierto
generalizado sobre cómo entender la aparición de Donald Trump como un serio
candidato a la presidencia de Estados Unidos. Lejos de ser un fenómeno aislado,
Trump ascendió al poder junto a otros “hombres fuertes” como Viktor Orbán (primer
ministro de Hungría desde 2010), Recep Tayyip Erdoğan (presidente de Turquía
desde 2014) y Narendra Modi (primer ministro de la India desde 2014). Personas
como éstas, que llegaron al poder y cimentaron su dominio a través de las
instituciones liberales, parecen imposibles de destituir a través de las urnas.
Es evidente que se está produciendo un giro a la derecha en los Estados
democráticos liberales, cuyas constituciones hacen hincapié en las elecciones
multipartidistas, mientras dejan un vacío para que se establezcan gradualmente
regímenes unipartidistas.
El concepto de democracia liberal fue
y sigue siendo una concepción muy discutida que surgió de las potencias
coloniales europeas y estadounidenses en los siglos XVIII y XIX. Sus
reivindicaciones de pluralismo interno y tolerancia, Estado de derecho y
separación de poderes llegaron al mismo tiempo que sus conquistas coloniales y
su utilización del Estado para mantener el poder de clase en sus propias
sociedades. El liberalismo actual no puede conciliarse fácilmente con el hecho
de que los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN) representen el 74,3% del gasto militar
mundial.
Los países con constituciones que
ponen el énfasis en las elecciones multipartidistas han visto cómo se instaura
gradualmente lo que, en la práctica, es un régimen de partido único. Este
régimen de partido único puede enmascararse a veces con la existencia de dos o
incluso tres partidos, ocultando el hecho que la diferencia entre éstos es cada
vez más insignificante.
Se ha puesto de manifiesto que ha
surgido un nuevo tipo de derecha no sólo a través de las elecciones, sino
ejerciendo su dominio en los ámbitos de la cultura, la sociedad, la ideología y
la economía. Este nuevo tipo de derecha no está necesariamente preocupada por
derrocar las normas de la democracia liberal. Esto es lo que llamamos “el íntimo abrazo entre el
liberalismo y la extrema derecha”, siguiendo los escritos de nuestro difunto
colega Aijaz Ahmad.
La formulación de este “íntimo
abrazo” nos permite comprender que no existe necesariamente una contradicción
entre el liberalismo y la extrema derecha y que, de hecho, el liberalismo no es
un escudo contra la extrema derecha, ni mucho menos su antídoto. Cuatro
elementos teóricos son clave para entender este “abrazo íntimo” y el
surgimiento de esta extrema derecha actual:
Las políticas neoliberales de
austeridad en países con instituciones electorales liberales terminaron con los
planes de bienestar social que habían permitido la existencia de las
sensibilidades liberales. La incapacidad de los Estados para ocuparse de lxs
pobres se convirtió en dureza y crueldad hacia ellos.
Sin un compromiso serio con el
bienestar social y los programas de redistribución, el propio liberalismo
derivó hacia el mundo de las políticas de extrema derecha. Éstas incluyen un
mayor gasto en el aparato represivo interno que vigila los barrios de la clase
trabajadora y las fronteras internacionales, junto con una distribución cada
vez más tacaña de los bienes sociales, que solo se distribuyen si quienes los
reciben aceptan condiciones que los despojan de sus derechos humanos básicos
(por ejemplo, “aceptando” el uso obligatorio de métodos anticonceptivos).
En este terreno, la extrema derecha
actual fue cada vez más aceptada como fuerza política dado el giro de los
partidos desde el liberalismo hacia las políticas promovidas por la extrema
derecha. En otras palabras, esta tendencia a inspirarse en las políticas de la
extrema derecha permitió que ésta se convirtiera en la fuerza política
dominante.
Por último, las fuerzas políticas del
liberalismo y la extrema derecha se unieron globalmente para reducir el control
de la izquierda sobre las instituciones. La extrema derecha y sus homólogos
liberales no tienen diferencias económicas fundamentales con respecto a la
clase. En los países imperialistas, existe una gran confluencia de puntos de
vista sobre el mantenimiento de la hegemonía estadounidense, la hostilidad y el
desprecio hacia el Sur Global, y un creciente nacionalismo exacerbado, como lo
demuestra el apoyo militar a ultranza al genocidio que Israel está llevando a
cabo contra el pueblo palestino.
Tras la derrota del fascismo
italiano, alemán y japonés en 1945, lxs analistas occidentales se preocuparon
por la incubación de la extrema derecha en sus sociedades. Mientras tanto, la
mayoría de lxs marxistas reconocieron que la extrema derecha no había surgido
de la nada, sino de las contradicciones del propio capitalismo. El
colapso del Tercer Reich fue sólo una fase de la historia de la extrema derecha
y del desarrollo del capitalismo: volvería a surgir, quizá con otros ropajes.
En 1964, el marxista polaco Michał
Kalecki escribió un interesante artículo titulado “Faszyzm naszych
czasów” [El fascismo de nuestro tiempo]. En ese ensayo, Kalecki afirmaba que
los nuevos tipos de grupos fascistas que surgían en ese momento apelaban “a los
elementos reaccionarios de las amplias masas de la población” y estaban
“subvencionados por los grupos más reaccionarios del mundo de las grandes
empresas”. Sin embargo, Kalecki observó que “la clase gobernante considerada en
su conjunto, aun cuando no acaricia la idea de que los grupos fascistas tomen
el poder, no hace esfuerzo alguno por suprimirlos y se limita a reprenderlos
por su entusiasmo exagerado”. Esta actitud persiste hoy en día: la clase
dominante en su conjunto no teme el ascenso de estos grupos fascistas, sino
sólo su comportamiento “excesivo”, mientras que los sectores más reaccionarios
del gran capital continúan apoyándolos financieramente.
Una década y media más tarde, cuando
Ronald Reagan parecía estar a punto de convertirse en presidente de Estados
Unidos, Bertram Gross publicó Friendly Fascism: The New Face of Power
in America [Fascismo amigable: la nueva cara del poder en Estados Unidos]
(1980). Este libro se inspiraba libremente en The Power Elite [La élite
del poder] (1956) de C. Wright Mills y Monopoly Capital: An Essay on the
American Economic and Social Order [El capital monopolista: un ensayo
sobre el orden económico y social norteamericano] (1966) de Paul A. Baran y
Paul M. Sweezy. Gross argumentaba que, dado que las grandes empresas
monopolísticas habían estrangulado las instituciones democráticas en Estados
Unidos, la extrema derecha no necesitaba botas militares y esvásticas: esta
orientación llegaría a través de las propias instituciones de la democracia
liberal. ¿Quién necesita tanques cuando tienes a los bancos para hacer el
trabajo sucio?
Las advertencias de Kalecki y Gross
nos recuerdan que la intimidad entre el liberalismo y la extrema derecha no es
un fenómeno nuevo. Surge de las raíces capitalistas del liberalismo: este nunca
iba a ser otra cosa que la cara amable de la brutalidad inherente al
capitalismo.
Los liberales utilizan la palabra
“fascismo” para distanciarse de la extrema derecha. Este uso del término es más
moralista que preciso, ya que niega la intimidad entre los liberales y la
extrema derecha. Para ello, hemos formulado diez tesis sobre esta extrema
derecha actual, que esperamos susciten la discusión y el debate. Se trata de
una declaración provisional, una invitación al diálogo.
Primera tesis. La extrema derecha
actual utiliza los instrumentos democráticos en la medida de lo posible. Cree
en el proceso conocido como la “larga marcha
a través de las instituciones”, mediante el cual construye pacientemente el
poder político y sitúa a sus cuadros en las instituciones permanentes de la
democracia liberal, desde donde introducen sus ideas en el pensamiento
dominante. Las instituciones educativas también son clave para la extrema
derecha actual, ya que determinan los planes de estudio de los estudiantes en
sus respectivos países. No es necesario que esta extrema derecha actual deje de
lado estas instituciones democráticas mientras proporcionen el camino hacia el
poder no sólo sobre el Estado, sino sobre la sociedad.
Segunda tesis. La extrema
derecha actual está impulsando el desgaste del Estado y transfiriendo sus
funciones al sector privado. En Estados Unidos, por ejemplo, su inclinación a
la austeridad está contribuyendo a disminuir la cantidad y calidad de lxs
funcionarixs en funciones estatales básicas, como el Departamento de Estado
estadounidense. Muchas de las funciones de tales instituciones, ahora
privatizadas, se desarrollan bajo los auspicios de organizaciones no
gubernamentales dirigidas por capitalistas multimillonarixs, como Charles Koch,
George Soros, Pierre Omidyar y Bill Gates.
Tercera tesis. La extrema derecha
actual utiliza el aparato represivo del Estado hasta el límite de lo legalmente
permitido para silenciar a sus críticxs y desmovilizar a los movimientos de
oposición económica y política. Las constituciones liberales ofrecen una amplia
permisividad para este tipo de uso, que las fuerzas políticas liberales han
aprovechado a lo largo del tiempo para sofocar cualquier resistencia de la
clase trabajadora, el campesinado y la izquierda.
Cuarta tesis. La extrema derecha
actual inocula una dosis homeopática de violencia en la sociedad, a través de
los elementos más fascistas dentro de su coalición política para crear miedo,
pero no lo suficiente como para volver al pueblo en su contra. La mayoría de
las personas de clase media en todo el mundo buscan la comodidad y les molestan
los problemas derivados por las movilizaciones, disturbios, etc. Sin embargo,
en ocasiones, un asesinato de un dirigente sindical o una amenaza a un
periodista no se atribuyen a la extrema derecha actual, que a menudo se
apresura a negar cualquier asociación directa con los grupos fascistas
marginales (que, no obstante, están vinculados orgánicamente a la extrema
derecha).
Quinta tesis. La extrema derecha
actual ofrece una respuesta parcial a la soledad que impregna el tejido de la
sociedad capitalista avanzada. Esta soledad proviene de la alienación generada
por las condiciones laborales precarias y las largas jornadas de trabajo, que
corroen la posibilidad de construir una comunidad y una vida social vibrantes.
Esta extrema derecha no construye una comunidad real, excepto en su relación
parasitaria con las comunidades religiosas. En su lugar, desarrolla la idea de
comunidad, a través de Internet, de movilizaciones masivas de individuos o
comunidad a través de símbolos y gestos compartidos. El inmenso anhelo de
comunidad es aparentemente resuelto por la extrema derecha, mientras que la
esencia de la soledad se transforma en ira en lugar de amor.
Sexta tesis. La extrema derecha
actual utiliza su proximidad a los conglomerados mediáticos privados para
normalizar su discurso, y su cercanía a los propietarios de las redes sociales
para aumentar la aceptación social de sus ideas. Este discurso altamente
agitador crea un frenesí que moviliza a sectores de la población, ya sea en
línea o en las calles, para participar en mítines donde, sin embargo, siguen
siendo individuos y no miembros de un colectivo. El sentimiento de soledad generado
por la alienación capitalista se mitiga momentáneamente, pero no se supera.
Séptima tesis. La extrema derecha
actual es una organización tentacular, con sus raíces diseminadas por diversos
sectores de la sociedad. Opera dondequiera que se reúna el pueblo, ya sea en
clubes deportivos u organizaciones benéficas. Su objetivo es construir una base
de masas en la sociedad arraigada en la identidad mayoritaria de un lugar
determinado (ya sea la raza, la religión o el sentido nacionalista), marginando
y demonizando a cualquier minoría. En muchos países, esta extrema derecha se
apoya en estructuras y redes religiosas para afianzar cada vez más
profundamente una visión conservadora de la sociedad y la familia.
Octava tesis. La extrema derecha
actual ataca a las instituciones de poder que son el fundamento mismo de su
base sociopolítica. Crea la ilusión de ser popular, cuando en realidad está
profundamente vinculada con los intereses de la oligarquía. Crea la ilusión de
ser plebeya desarrollando una forma muy masculina de hipernacionalismo, cuya
decadencia se refleja en su fea retórica. Esta extrema derecha se sustenta en
la fuerza testosterónica de este hipernacionalismo, al mismo tiempo que exhibe
victimismo frente al poder.
Novena tesis. La extrema derecha
actual es una formación internacional, organizada a través de diversas
plataformas como El Movimiento de Steve Bannon (con sede en Bruselas), el Foro
de Madrid del
partido Vox (con sede en España) y la Fundación Fellowship anti-LGBTQ+ (con sede en Seattle, Washington). Estos grupos están
arraigados en un proyecto político en el mundo atlántico que potencia el papel
de la derecha en el Sur Global y les proporciona los fondos para difundir sus
ideas derechistas en lugares donde tienen poco arraigo. Crean nuevos
“problemas” donde antes no existían a esta escala, como la fanfarria
sobre la sexualidad en África oriental. Estos
nuevos “problemas” debilitan a los movimientos populares y refuerzan el control
de la derecha sobre la sociedad.
Décima tesis. Aunque la extrema
derecha actual se presente como un fenómeno global, existen diferencias en cómo
se manifiesta en los principales países imperialistas versus el Sur Global. En
el Norte Global, tanto los liberales como la extrema derecha defienden
enérgicamente los privilegios obtenidos mediante el saqueo durante los últimos
500 años –a través de sus medios militares y de otro tipo–, mientras que en el
Sur Global la tendencia general entre todas las fuerzas políticas es establecer
la soberanía.
La extrema derecha actual está
surgiendo en un periodo definido como hiperimperialismo para
enmascarar la realidad de un poder espantoso y fingir que se preocupa por los
individuos aislados a los que, en cambio, perjudica. Conoce bien la locura humana
y se aprovecha de ella.
Vijay Prashad (Calcuta, India, 1967) es un historiador,
editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de
Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de
Investigación Social. También es
miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios
Financieros de la
Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human:
Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the
Fragility of U.S. Power (con
Noam Chomsky).
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