Revista Pulsiones Año I Conociendo a tus nuevos jefes… ENTREVISTA CON CRAIG GENT … por Cal Turner y Sara Van Horn
Fuente: Jacobín
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TRADUCCIÓN: PEDRO PERUCCA
Hace tiempo que muchos temen que la inteligencia artificial y los robots
sustituyan a los trabajadores. Pero se ha prestado menos atención al creciente
uso de sistemas algorítmicos para gestionar a los trabajadores, creando lugares
de trabajo cada vez más autoritarios y explotadores. Desde taxistas y baristas
hasta trabajadores de Amazon y cajeros de McDonald’s, muchos trabajadores están
preocupados por la forma en que las nuevas tecnologías están degradando las
condiciones laborales. En todo el espectro de políticas y perspectivas, muchos
ven la automatización y la toma de decisiones informatizada como una amenaza
para la calidad o la existencia de los empleos de los trabajadores. Pero en
su libro de próxima aparición Cyberboss: TheRise
of Algorithmic Management and the New Struggle for Control at Work (Cyberjefes:
El auge de la gestión algorítmica y la nueva lucha por el control en el
trabajo), que publicará Verso en agosto, el académico Craig Gent sostiene que
la gente a menudo no comprende los aspectos más perjudiciales de las nuevas
tecnologías en el lugar de trabajo. Y demuestra que la principal preocupación
de la mayoría de los trabajadores no debería ser la sustitución por robots,
sino ser dirigidos por ellos. Gent sostiene que la «gestión
algorítmica» —el uso de computadoras para supervisar la productividad de los
trabajadores y tomar decisiones en el lugar de trabajo— empeora las estructuras
de gestión que ya despojan a los trabajadores de su agencia y dignidad. Para
resistirse a esta mayor dominación es necesario reconocer cómo la gestión
algorítmica socava la organización en el lugar de trabajo y hacer campañas para
suprimirla. Cal Turner y Sara Van Horn hablaron con Gent para Jacobin sobre
cómo los algoritmos están remodelando el lugar de trabajo, las deficiencias de
algunas respuestas sindicales a la inteligencia artificial (IA) hasta el
momento, y las formas creativas en que los trabajadores están luchando.
T y VH: La gestión algorítmica y el
poder algorítmico son conceptos clave en Cyberboss. ¿Podrías definir
estos términos?
Gent: Gestión algorítmica significa
esencialmente que la experiencia de primera línea de los trabajadores en
materia organizativa es en realidad una computadora, un algoritmo —o, en
términos más nebulosos, un «sistema»—, en lugar de un gestor humano. El poder
algorítmico es un tercer pilar del poder en el lugar de trabajo. Además de los
directivos y su poder, y de los trabajadores y su poder, el propio sistema informático
tiene su propia autoridad en el lugar de trabajo.
T y VH ¿Podrías darnos algunos
ejemplos de lugares de trabajo en los que la tecnología desempeña un papel cada
vez más directivo?
Lo vemos en todas partes, desde la
comida rápida y las cafeterías hasta las empresas de taxis, las redacciones y
el sistema judicial. Pero en la cúspide están los lugares de trabajo
logísticos, donde además de organizar los procesos físicos de transporte de
mercancías, los algoritmos gestionan a los trabajadores. Esto puede tomar la
forma de gestión de sus movimientos, gestión de sus tareas o gestión de la
propia asignación de mano de obra. Normalmente, parece que los trabajadores se
relacionan con «el sistema« a través de una interfaz basada en una pantalla.
Por ejemplo, hoy en día los trabajadores de McDonald’s interactúan con una
pantalla que organiza los pedidos que tienen delante. En los lugares de trabajo
de logística, suele ser un escáner de mano. En la economía colaborativa, suele
ser una aplicación.
T y VH: ¿Podrías hablarnos un poco de
las falacias del argumento contra la automatización que plantea que «los robots
vienen por mi trabajo«? ¿Qué es lo que no se entiende?
La gente lleva hablando de fábricas
sin trabajo —las llamadas fábricas «oscuras», en las que ni siquiera hace falta
encender la luz porque los robots no necesitan luz para trabajar— desde al
menos los años setenta. Obviamente, hemos visto prototipos muy publicitados de
robots corriendo por estas fábricas. Pero los robots son muy caros de mantener,
de arreglar y de adquirir, y tienen problemas que los humanos no tienen. Por
ejemplo, el mundano problema del polvo es un problema para los robots que pasan
muchas horas al día deambulando por el suelo de un depósito. Así que apuesto a
que veremos un verdadero almacén sin trabajadores más o menos al mismo tiempo
que dominemos el almacén sin polvo, lo cual no quiere decir que nunca vaya a
ocurrir, pero es improbable. Es mucho más probable que veamos
trabajadores dirigidos por computadoras que sustituidos por ellas.
T y VH: Escribes que en el futuro del
trabajo hay más en juego que la remuneración y la certidumbre, lo que significa
que el descontento laboral a menudo no sólo se opone a los bajos salarios sino
también al control de los directivos. ¿Qué significa esto para el futuro del trabajo?
Que asistiremos a un nuevo asalto a
la dignidad en el trabajo y a lo que significa ser respetado como trabajador. A
poca gente le gusta ir a trabajar, pero nadie quiere que se le exprima por su
trabajo y se le trate de forma inhumana. Creo que veremos una degradación en
cuanto a la forma en que podemos esperar ser tratados en el trabajo, lo que
tiene implicaciones políticas para la política de clases en general, más allá
del lugar de trabajo. También significa que tenemos que pensar en la organización
del trabajo de una manera más amplia a la que acostumbramos. Muchas
organizaciones laborales, como los sindicatos, fueron reduciendo sus objetivos
con el tiempo: se ocupan del salario, las pensiones, las condiciones laborales,
la salud y la seguridad. Pero, en muchos casos, esas preocupaciones no tocan
realmente la esencia de dónde y cómo la gestión algorítmica ejerce el poder.
T y VH: ¿Podrías hablarnos más de esa
tensión y de cómo la viste desarrollarse? ¿Cómo respondieron o no los
sindicatos a la gestión algorítmica?
Desde una perspectiva británica, es
evidente que los sindicatos son conscientes de que las tecnologías están
reconfigurando el trabajo y sospechan que se utilizan para tratar mal a los
trabajadores y degradar el propio trabajo. Sin embargo, cuando se trata de la
sustancia real de sus reivindicaciones, no tuvieron mucho que decir sobre la
tecnología en sí. La razón es que, en los últimos cien años, los sindicatos
perdieron la práctica de reivindicar la organización del trabajo en sí, y
muchos ni siquiera lo consideran su responsabilidad. La idea del derecho del
empresario a gestionar es fuerte incluso dentro del sindicalismo. Los
sindicatos están dispuestos a reivindicar la pérdida de puestos de trabajo o
los salarios, pero consideran que la organización real del trabajo es asunto de
los directivos. Se consiguieron garantías históricas de los derechos laborales
en términos y condiciones, pero la contrapartida explícita fue desechar
cualquier reivindicación sobre las nuevas tecnologías o la reorganización del
proceso de trabajo. A menudo, los sindicatos se ven obligados a permanecer
impasibles ante esta situación, desempeñando el papel de amortiguadores e
intentando mejorar el nivel de explotación. Recuerdo que hablé con un
responsable sindical que estaba muy orgulloso de que su sindicato, junto con la
empresa de un centro logístico, hubiera promovido la realización de estudios
independientes de tiempos y movimientos en el trabajo. Lo veían como un
ejercicio de evaluación comparativa: si se podían hacer estudios de tiempo y
movimiento, entonces tendrían un sentido objetivo compartido de lo que era
posible en un tiempo determinado. Eso es entrar de lleno en la lógica de la
dirección, pero ellos lo veían como si el sindicato trazara una línea en la
arena en torno a la cual podrían negociar. Cuando hablé con trabajadores que
habían experimentado procesos de este tipo, confirmaban que eso simplemente los
llevó a tener que trabajar más. Los responsables sindicales entendían los
estudios de tiempo y movimiento en el lugar de trabajo de una forma totalmente
antitética al beneficio de los trabajadores en la planta. El movimiento
sindical también suele sentirse incómodo a la hora de intervenir, debido al
papel mediador que suelen adoptar, con los trabajadores de un lado, los
empresarios del otro y el sindicato en medio. Los sindicatos a menudo quieren
atemperar formas de resistencia y organización que no son las sancionadas. Una
cosa que me llamó mucho la atención cuando hablé con los trabajadores fue que
casi todos tenían una relación ambivalente con los sindicatos pero, de todos
modos, llevaban adelante prácticas de resistencia. En todo caso, resistían en
sus lugares de trabajo a pesar de los sindicatos reconocidos. Si queremos ganar
en el terreno de las empresas gestionadas algorítmicamente, si queremos
encontrar dónde está la palanca, no vamos a encontrarla en las viejas formas de
hacer las cosas. Esto no quiere decir que las formas tradicionales de acción
sindical sean inútiles. Pero en muchos sindicatos existe la idea de que primero
hay que organizarse y conseguir el reconocimiento para negociar, y si la
negociación no funciona, entonces se recurre primero a una acción que no sea la
huelga, para luego pasar a la huelga, con la que entonces se consigue lo que se
quiere. Pero esa vía empieza a romperse de tal manera que, si realmente
queremos adelantarnos a esta tecnología, tenemos que ser mucho más creativos en
nuestro planteamiento. Al estudiar la resistencia de la gente, vi que cosas
como el saber hacer y la destreza son muy importantes. En unos métodos de
trabajo muy reglamentados, es fundamental tener un conocimiento más tácito de
las formas de eludir al sistema. A pesar de la apariencia inicial de que se
trata de formas individualizadas de actividad por parte de trabajadores
descontentos, surgieron formas de colectividad a su alrededor, como
trabajadores que compartían códigos especiales para piratear sus escáneres
portátiles. Hay que recordar que los directivos no están en lo más alto de la
jerarquía. Por lo general, los propios directivos no tienen un gran
conocimiento del sistema. Así que si los trabajadores fueran capaces de explotar
ese hecho —si la comprensión tácita y los conocimientos tácticos se combinaran
con el peso institucional de un movimiento sindical que realmente quisiera
sacudir las cosas— sería algo realmente impresionante.
T y VH: ¿Podrías hablarnos
específicamente de la IA?
IA significa muchas cosas en muchos
contextos diferentes, pero básicamente significa computadoras muy rápidas.
Obviamente, la IA con la que la gente se familiarizó más el año pasado son los
grandes modelos lingüísticos, que en algunos casos —como vimos con la huelga de
guionistas de Hollywood— amenazan con quitar puestos de trabajo. Pero en
realidad no se trata de la gestión por computadora. También podríamos llamar IA
a los sistemas que se utilizan en los centros de distribución de Amazon, en el
sentido de que funcionan cibernéticamente con cierto grado de autonomía. La IA
cobrado relevancia en las conversaciones en torno a la gestión algorítmica
porque los sindicatos se están interesando por ella. En Gran Bretaña, los
esfuerzos sindicales en torno a la IA están siendo liderados por el Trades
Union Congress, que es el organismo que engloba a la mayoría de los sindicatos.
Tienen un manifiesto llamado «El trabajo y la revolución de la IA», que está
guiando muchos de los esfuerzos de los sindicatos miembros en torno a la IA.
Pero el manifiesto gira en torno a la delgada cornisa de la salud y la
seguridad y a si la IA, en virtud de su inhumanidad, va a poner en peligro la
salud y la seguridad de los trabajadores. También está excesivamente preocupado
por la transparencia, de una manera que malinterpreta la forma en que la
gestión algorítmica se vuelve poderosa en primer lugar. El argumento de la
transparencia procede de la idea de que lo problemático de la gestión
algorítmica es que es una caja negra: no podemos ver cómo toma sus decisiones
y, por lo tanto, no podemos razonar con ella ni hacer contrapropuestas. Pero si
abres la gestión algorítmica, sólo hay líneas y líneas y líneas de código. No
hay ninguna porción de código que puedas aislar que explique las relaciones de
poder en un lugar de trabajo gestionado algorítmicamente. Dicho de otro modo:
si pensamos que el problema es un algoritmo concreto y no encontramos las
decisiones sociales que lo originaron, entonces tenemos que ampliar el
panorama. Como escribe el
antropólogo cultural Nick Seaver: «Presiona sobre cualquier decisión
algorítmica y encontrarás muchas decisiones humanas». Así que el foco está
esencialmente en el lugar equivocado. Las líneas de código de un algoritmo no
van a decirte lo que quieres saber, que realmente tiene que ver con la
organización del trabajo y el poder dentro del lugar de trabajo.
T y VH: ¿Cuál sería la forma más
estratégica de que los sindicatos se comprometieran con la gestión algorítmica?
¿Cuál es la demanda más poderosa que podrían hacer?
La reivindicación más poderosa sería
la supresión. Me dieron muchas esperanzas las demandas que el Gremio de
Escritores de Estados Unidos hizo en torno a la IA en su huelga del año pasado.
Reconocieron que no podían decir que la IA era una cuestión de salud y
seguridad y, en cambio, argumentaron que nada bueno podía salir de la IA dentro
de ese sector concreto. No creo que sea posible tener una gestión algorítmica
ética. La gestión algorítmica sólo intensifica el trabajo, porque para eso
está. Así que la supresión sería la demanda que me entusiasmaría. Sin embargo,
a falta de eso, creo que serían útiles intentos serios de socavar el poder de
las empresas que utilizan la gestión algorítmica, sobre todo por la forma en
que la gestión algorítmica socava cosas como las huelgas. Yo abogo por ampliar
el repertorio organizativo histórico de los sindicatos, que sigue basándose en
una versión muy del siglo XX del lugar de trabajo. En su lugar, los sindicatos
necesitan sentirse más cómodos con tácticas que no son nuevas pero que se
utilizaron mucho más remontándonos en la historia, como la subversión en el
trabajo o el sabotaje. Uno de los problemas que tienen que superar los sindicatos
es la completa fragmentación de la mano de obra, no sólo en términos de
precariedad sino dentro del propio lugar de trabajo. La gestión algorítmica
organiza a los trabajadores en un espacio en el que no pueden entrar en
contacto unos con otros, en el que el trabajo es una experiencia solitaria y
antisocial en la que no tienes tiempo para conocer a nadie. La gestión
algorítmica nos priva de las condiciones previas para organizarnos en el
trabajo. En cuanto a la forma en que la gestión algorítmica socava la propia
huelga, es tan simple como que las empresas puedan desviar las huelgas. En
Alemania, durante las primeras huelgas contra Amazon, se perdieron días y días
de huelga. Pero el efecto sobre Amazon fue insignificante, porque podía
redirigir los pedidos a otros almacenes tan rápidamente que la interrupción del
servicio fue mínima.
T y VH: ¿Podrías hablarnos de cómo la
gente se resiste a la gestión algorítmica, tanto individual como
colectivamente?
Hubo un caso de ralentización en un
almacén cercano al aeropuerto de Heathrow en el que se controlaba estrictamente
la productividad de los trabajadores. Su asignación de turnos diaria se basaba
en si habían alcanzado una determinada puntuación de productividad el día
anterior, por lo que su jornada empezaba con un mensaje de texto que les decía
si su turno estaba confirmado o si se había cancelado. Estos trabajadores de
agencia cobraban el 70% de lo que cobraban los trabajadores internos. Algunos
de los trabajadores de la agencia se reunieron y organizaron un paro en el que
decidieron que iban a trabajar al 70% del objetivo de productividad por una
obvia razón simbólica. Como los trabajadores estaban tan acostumbrados a tener
que trabajar de acuerdo con una determinada métrica de productividad que se
cuantificaría y se les presentaría, en realidad fueron capaces de calibrar lo
que sentían al alcanzar el 70% de productividad. Y esto —su relación encarnada
con la métrica de productividad— se les confirmaba en los mensajes de texto del
día siguiente. Por desgracia, la acción no funcionó, porque los organizadores
fueron delatados a la dirección. Pero fue un momento realmente interesante en
el que la experiencia de la gente de trabajar según el algoritmo les permitió
resistirse a él. En otros casos, la resistencia adoptó la forma de
subterfugios, en los que la gente se dio cuenta de que podía utilizar los
dispositivos con los que interactuaba día tras día de formas no intencionadas
para eludir el algoritmo. Por ejemplo, pueden excluirse a sí mismos de los
cálculos de productividad o concederse descansos no autorizados, conocimientos
que luego los trabajadores comparten en voz baja. En otros lugares, la
resistencia adoptó la forma del uso de computadoras y contraseñas aprendidas
para superar la asimetría informativa que define la gestión algorítmica.
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