Revista Pulsiones Año I ALBERTO FERNÁNDEZ Y EL PROCESO DE IMBECILIZACIÓN NACIONAL ... por Eddy W. Hopper
Ellos testearon a nuestras mayorías
durante el macrismo. Fue la prueba final, la que confirmó los resultados
esperables luego de haberlas trabajado desde un enfoque multidisciplinario.
Nuestras mayorías fueron algo similar
a monos de laboratorio durante unos 20 años, desde que Macri asumió como
presidente de un club de fútbol popular y comenzó su armado para llegar a ser
presidente de la Nación.
Las conclusiones extraídas por la
gran cantidad de fundaciones y agentes que trabajaron a fin de incidir en el
sentido común prevaleciente, fueron contundentes y también asombrosas.
Esas conclusiones evidenciaban que
nuestras mayorías prácticamente no habían evolucionado desde lo cultural y,
sobre todo, desde lo intelectual -o habían retrocedido respecto de otras
épocas- y su nivel de inserción en tiempo y espacio era similar al de sus
antecesores bajados de los barcos, desorientados por el nuevo idioma y la nueva
geografía.
El macrismo dio una vuelta de rosca
práctica: ¿hasta dónde se podría llegar, manipulando a tantos imbéciles? No
había más que generar acciones de comprobación.
Así fue que, fuertemente influidas,
nuestras mayorías imbecilizadas creyeron con certeza sólida que Cristina había
enterrado plata en la Patagonia; que había "crecimiento invisible";
que un piso pintado de celeste con dos palmeras de plástico era una
"pileta de natación"; que la gente estaba en patas en su casa
mientras afuera "hacía 10 grados bajo cero" (una temperatura que
JAMÁS o sólo excepcionalmente se verifica en el llano y al norte de Ushuaia);
que existían los "anarco-trosko-kirchneristas", vinculados con una
conexión "cubana-soviética-venezolana-iraní", aunque la Unión
Soviética no existiera más; que Néstor y Cristina se regodeaban viendo dinero
robado en una bóveda especialmente construida a tal fin; que el Papa había sido
entronizado por un "kirchnerismo internacional"; que en allanamientos
se habían encontrado "estanterías para apoyar bolsos con plata"; que
desde el departamento vecino al de Cristina se sentía "olor a dinero"
y "ruido de caja fuerte"; que el pueblo argentino "estaba
esperando volver al Fondo Monetario Internacional", que el país hacia el
2015 estaba "devastado" como después de una guerra y muchas otras
tonterías imposibles y demenciales.
Hoy el trabajo está terminado y el
poder real SABE que puede instalar CUALQUIER idea en esos imbecilizados.
Entonces, lograron casi sin esfuerzo
ya que esas masas mórbidas aplaudieran cuando el nuevo presidente -un tipo con
clara psicosis, rasgos fuertemente neuróticos y afán reivindicatorio
desenfrenado- dijo que no había más plata, que quería secar la plaza de pesos y
que él era un "topo" que venía a "destruir el Estado" del
que todos formamos parte. Es decir: aplaudieron frente a un discurso que, desde
el Poder, avisaba que esos aplaudidores serían destruidos.
Esta gente, que ha estudiado a
nuestros hoy imbecilizados -quienes adquirieron su imbecilidad por libre
voluntad- sabe que hoy puede hacer, decir y penetrar en el entendimiento a
partir de CUALQUIER concepto, idea, imagen o reiteración de imbecilizaciones,
por más falsas o ridículas que sean.
Entonces, más allá de lo que le
corresponderá a Alberto Fernández por golpear y maltratar a su compañera y
madre del hijo en común, los comunicadores cargan las tintas sobre una casi
imposible montaña de mujeres que habrían ejercido el trabajo sexual y pasado
por el cuerpo del nuevo íncubo durante TODA la presidencia de este señor, ya
por entonces sexagenario.
Así es que difunden que Fernández se
acostó con una pléyade de personas todas referentes del peronismo y de
notoriedad pública. Es decir: Fernández transformó la Casa Rosada en un
prostíbulo y tuvo relaciones sexuales con TODAS las kirchneristas conocidas.
Crean así una sensación de
promiscuidad que provoca el rechazo inmediato. Interpelan, además, al
feminismo, para debilitar su influencia y su evidente y saludable estándar de
sujeto (o sujeta, como quieras) político/a.
Rompen todo. Pero como estudiaron a
nuestras mayorías, pisan sobre seguro. Saben que los imbéciles aplaudirán el
exterminio de sus criterios, de sus entornos y -muy próximamente- de sus vidas.
Ganaron la batalla cultural y la
batalla emocional. Han ganado, también, la batalla psiquiátrica.
*Eddy W. Hopper. Abogado
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