El conflicto y la política, o viceversa…El Partido Intransigente de Coronel Dorrego pone a consideración de los compañeros




Antes de los comicios del año 2015 afirmábamos desde nuestra tribuna que la política había sido parida a partir del conflicto durante los albores tribales, acaso en medio de una relación espontánea y promiscua en donde el macho cabrío, me refiero al ser humano, no tuvo mayor posibilidad de resistirse ante semejante tentación. Determinar al líder del clan, tomar la decisión sobre quienes componían el cuerpo de cazadores y quienes de agricultores, escoger los momentos oportunos para desarrollar ambas actividades más otras adicionales como la fabricación de armas y herramientas, analizar y planificar los movimientos migratorios, el destino final de estos procesos y los basamentos de convivencia dentro de la tribu, componían entre muchos otros incisos, una batería de dilemas que era necesario resolver a través de la política. En ocasiones se resolvían de manera violenta llegando al ostracismo del opositor y sus seguidores o directamente al extremo de la vida, en otras oportunidades el líder imponía condiciones sin que medien mayores dificultades producto de las certezas, el don de mando y el respeto que imponía su figura. Con el correr del tiempo y más allá que los ordenamientos civilizatorios fueron progresando en cuanto a los mecanismos políticos el conflicto pervive como combustible de desarrollo social. El conflicto es a la política como ésta a su solución. Imposible pensar un desarrollo político y social nacido a partir de un repollo voluntarista, la política es una respuesta al conflicto, su silueta está determinada por sus vitaminas y minerales, y en el centro de la escena está el ser humano eyaculando sus urgencias y deseos. Los que laboran con ahínco para estigmatizar la vitalidad que propone el conflicto sostienen el solapado intento de disminuir las fortalezas que la política debe tener en su sangre proponiendo un formato edulcorado, eminentemente gestionalista. Se persigue una génesis política débil, sin anticuerpos, sin posibilidad alguna de respuesta ante la puja, la pulsión y la tensión extrema, una suerte de ordenamiento político en donde los grises dominen la escena, en donde no existan los blancos y negros, en donde las desigualdades sean aceptadas como una necesidad y que la política domesticada y débil conceda buenamente esa necesidad. Sólo a partir de la fortaleza del ADN que propone el conflicto la política no tendrá forma de aceptar cándidamente tal propuesta gestionalista.
El conflicto siempre se transforma en savia política creadora cuando es visualizado, cuando puede ser explicado dialécticamente, cuando no deja resquicios para ser refutado, y alcanza niveles de conciencia social que no permite ser disipado ni siquiera por el esfuerzo que hacen los medios dominantes por ocultarlo. Es aquí, en el poder real, en donde encontramos al verdadero enemigo del conflicto, ergo al encarnizado adversario de un desarrollo pleno y fuerte de la política. Por eso no nos debe extrañar que desde hace una buena cantidad años aparece el término consenso como sinónimo de racionalidad y virtuosismo político. Teorema de Baglini mediante se trata de un sofisma absoluto si observamos los consensos políticos, sociales y económicos a los cuales se arribaron en el presente y durante la década de los noventa y las consecuencias que tuvieron y tienen para las mayorías populares.


Comentarios