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La crítica se vuelve el refugio de las
almas bellas donde se mira desde las alturas a aquellos que por acción y
responsabilidad están atrapados en el telar contradictorio de la realidad y lo
real ingobernable.
Por Jorge Alemán, Profesor honorario de la UBA, miembro de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis, de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis
(España) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (Argentina). Poeta.
Es bastante lógico que la palabra Crítica
tenga un gran prestigio “moral” en las izquierdas. Una gran tradición ilustrada
la precede. Desde Kant a Marx, la crítica en su sentido formal es lo que
establece el Límite de un discurso en la construcción de su saber. Luego, esto
se ha traslado al léxico de las izquierdas ya que la misma lleva en su génesis
la crítica al sistema de dominación imperante. El problema surge a partir
del psicoanálisis, experiencia “contra ilustrada”, que indicó dos cuestiones
claves. En primer lugar, la Crítica a veces refuerza lo criticado. En segundo,
criticar, como lo hace el alma bella hegeliana, es muchas veces lo que oculta
cómo se participa en lo criticado y funciona de coartada para “lavarse las
manos”. De esto se infiere que en muchas ocasiones, la crítica para librarse de
estos impases se erija en un bien supremo, trascendental, y a-histórico.
No importa ni el peso de la coyuntura, ni las tensiones y
antagonismos que la atraviesan, lo importante es el prestigio de la Crítica
como operación que muestra que nunca se ha hecho lo suficiente, o que se ha
hecho mal o que se ha colaborado con aquello que se proponía transformar. Así
la crítica se vuelve el refugio de las almas bellas o del delirio de
presunción, donde se mira desde las alturas a aquellos que por acción y
responsabilidad están atrapados en el telar contradictorio de la realidad y lo
real ingobernable. En otros términos, la crítica en algunas ocasiones, es la
represión del momento partisano. El que asume que su implicación está en la
coyuntura y desde la coyuntura sabe que está irremediablemente expuesto a la
crítica. No hay un punto exterior, afuera de la realidad, más allá de las
coyunturas y al margen de los antagonismos, que nos permita ejercer la crítica
sin tener muy en cuenta el momento, el lugar, el medio en que la misma se
realiza. Vaya esto por Boaventura de Sousa “criticando” a Lula en el País de
España. Acto, decisión, precipitación en la urgencia, imprevisibilidad, juegan
de un modo más determinante que la crítica en el momento de la decisión.
El horror que prepara el neofascismo se
detiene construyendo la fuerza política que lo confronte y no la actitud
“moral” (no ética) de los que de inmediato señalan las fallas o imperfecciones
como si encarnaran el tribunal de la Historia. Así como hay almas que ya
sienten su propia bondad consagrada por el sólo hecho se ser de izquierdas,
están los que se sienten moralmente superiores refugiándose en el prestigio
eterno de la Crítica.
Al respecto afirmábamos hace un tiempo en Nos
Disparan desde el Campanario que “A los tibios los vomita Dios”
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