Hablemos de política, ergo, de ideología dentro del campo nacional y popular




Muchos se han sorprendido, y en algún caso desilusionado, ante el descubrimiento, tardío a mi entender, que el reciente programa nacional y popular, iniciado en el año 2003 y finalizado en el año 2015, haya tenido por buena parte de sus cuadros dirigenciales lecturas finales de regresivo tenor. Pues no resulta para nada descabellado teniendo en cuenta que jamás el kirchnerismo planteó sus políticas en términos dogmáticos. Y hete aquí lo que considero el problema madre.  Aquellos que por historia y formación política somos cobijados por ideas de izquierda y que adherimos al proyecto popular debemos asumir que nunca fuimos engañados al respecto, de modo que desilusionarse debido a que algunos dirigentes kirchneristas perciban que no existen razones para profundizar aún más aquel modelo distribucionista no nos puede ni nos debe sorprender. 

En términos estrictamente ideológicos podemos afirmar tristemente que no existe nada a la izquierda del Kirchnerismo como opción de poder, eso no implica que el kirchnerismo lo sea, cosa que nos pone de cara a una realidad concreta y tangible: “Hasta qué punto de sus intereses individuales y sectoriales nuestra sociedad se permite socializar sus rentas, me refiero a  los límites de la inclusión y su vocación solidaria”. Esto lo vemos claramente en el diario debate con relación al costo de los servicios y la importancia estratégica que tuvieron los subsidios para horizontalizar el acceso, incluso para motorizar la industria nacional favoreciendo de este modo el el crecimiento del valor agregado y el consumo interno. Y cuando me refiero a comprenderse de izquierda lo hago desde el inciso “Rol del Estado”, es decir el “para qué” de la herramienta políticoinstitucional. En el presente el Estado tiene mucha presencia, es falso que se corrió, el actual Estado ha determinado taxativamente quiénes son los pocos que ganan y quiénes los muchos que pierden. Acaso el notorio crecimiento de los sectores medios de aquellos años ha tenido su respuesta con dichos dirigentes. Las demandas con relación a esos 12 años se han modificado y parte de lo que perteneció en su momento al  kirchnerismo considera que ha llegado el momento de priorizarlas. Mientras el núcleo duro aún observa (observamos) que el camino hacia la equidad lejos está de haberse recorrido en su totalidad los sectores más conservadores que apoyan el presente modelo estiman que es hora de subsumir determinados postulados a favor del gestionalismo tecnocrático. Desde el 2013 en adelante ya observábamos que muchos aliados provinciales del Kirchnerismo en nada comulgaban con sus paradigmas, diría que los menos, cuestión que provocó una sensación de incertidumbre permanente en cuanto a los alineamientos y supuestas fidelidades. Criticar políticamente a tal por cual porque utilizó al kirchnerismo para cimentar su plataforma de lanzamiento personal es lo mismo que denostar a Néstor porque llegó de la mano de Duhalde o a este por haber hecho lo propio con Menem. Parafraseando al hombre del salón oval: “Es la política estúpidos” me atrevo a ironizar caprichosamente modificando términos. De hecho también el radicalismo vivió situaciones similares siendo el propio Raúl Alfonsín quién tristemente fue desahuciado por la oleada neoliberal a la que adhirió fervorosamente la línea nacional cordobesa. Muchos de los que llegaron de su mano no tuvieron inconvenientes en menoscabarlo humana y políticamente subidos a una tabla en donde el equilibrio entre la historia del centenario partido y "el fin de las ideologías" eran ciertamente difusos. En lo personal adhiero a don Raúl y aquella hermosa reivindicación que hizo de las ideas cuando mencionó la necesidad de estar preparado para perder elecciones antes que renunciar a las convicciones. Lamentablemente el Radicalismo ha decidido no hacerle caso. Esperemos que el kirchnerismo y sus militantes no sigan sus pasos, de lo contrario esta incipiente primavera quedará en la historia como aquella del Alfonsín: Lo que pudo haber sido y no fue debido a que imprudentemente y montados de cierta soberbia decidimos creer, como sociedad, que los implacables, los que actualmente nos están gobernando, tal como los llama Lula, estaban definitivamente derrotados. Sería fundamental un gran acuerdo programático del kirchnerismo con las fuerzas de centroizquierda – me refiero a las agrupaciones con representación legislativa y o ejecutiva que a lo largo y a lo ancho del país han logrado colársele al conservadurismo dominante - para tratar de alejar definitivamente los fantasmas del pasado, pero como dijimos, tal cosa resulta muy compleja debido a que no existe nada a su izquierda con vocación y praxis política para disputarle el poder al poder real de las corporaciones. El kirchnerismo como estandarte unívoco del campo nacional y popular tiene la ciclópea tarea de mantener su identidad aún a costa de perder importantes y prestigiosos dirigentes que forjaron sus siluetas gracias a las políticas públicas desarrolladas, pero que hoy consideran a esas políticas públicas como factores limitantes para sus individuales ambiciones. La batalla política sigue estando en el campo cultural, la mediatización corporativa y los fierros judiciales versus la militancia de base, la información y la formación, y es el pueblo con su lectura política el que debe decidir sus flancos de preferencia. La aparición de un kirchnerismo de derechas dentro de un PJ a la medida del establishment nos conmueve como militantes pero no deja de ser la resultante de un proceso inclusivo en donde los sectores medios se presentan como actores sociales determinantes. La visualización de aquello por conservar individualmente fue superando de manera pausada la prioridad social de lo que aún faltaba.



Lecturas recomendadas

 

La industrialización trunca de America Latina – 1983 -  Fernando Fajnzylber

 

Complot contra la democracia – 1982 - Oscar Alende




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