EN POLÍTICA, EL OFICIO DE DESTRUIR


En política, el oficio de destruir, cuando se encarniza, cuando corre sin resistencia por las venas se transforma en conducta y esta se traslada en todos los campos de acción. Por eso el oficialismo no sólo es sumamente destructivo con relación a las políticas del anterior gobierno, también lo es con él mismo. Al ser reduccionistas no se permiten elaborar pensamiento crítico, al ser taxativos no se permiten dudar de lo primero que circula por sus cabezas, al ser despóticos consideran que nada bueno existe en la política heredada. Han sido inoculados por el veneno de la impotencia. No se preguntan por sus falencias, cuestionan y denuestan los aciertos de los demás. Son peligrosos.

El oficio de destruir tiene rotundo éxito en el marco de la contemporaneidad. Para el establishment corpogobernante esa política deviene de una necesidad existencial, es su faro, su canal, su puerto y su dársena, para el hombre de a píe que adhiere a esta lógica es algo mucho peor y tiene íntima relación con aquellos egoísmos ilegítimos que no puede exponer a cara descubierta, egoísmos indecibles debido, a que de algún modo, la vergüenza, en el largo plazo, también logra imponer su presencia.

Por eso no pueden, nunca van a poder cerrar la historia, epilogar y guardar el libro bajo siete llaves.  Es una cuestión de tiempo, período en el que harán mucho daño, perjuicios al pueblo que más temprano que tarde pagarán, saquearán hasta que nada quede por saquear y su final será anunciado, acaso muriendo sentados en un mugriento inodoro carcelario. Ganarán algunas batalla, varias tal vez, lo vemos semanalmente casi de modo escatológico, pero no más. Eva Duarte es el dato histórico más contundente al respecto. Hasta aquellos sectores que vivaron por su cáncer – nuestro doloroso cáncer -  hoy tienen enorme orgullo por su figura. Evita los venció aunque entonces muchos creyeron y festejaron haberla destruido. Evita se murió, - los venció su cadáver -  y trascendió fronteras y no existe nombre alguno que nos identifique tanto como Nación. El oficio de destruir tiene costos impensados. Entre ellos no entender las razones por las cuales se trabajó  tantos años para destruir algo que en la actualidad infla el pecho pequeño burgués hasta el extremo de la sensibilidad.
A partir del 2003 el kirchnerismo reconstruyó política y socialmente, con aciertos y con erratas de constructor, una Nación que estaba caminando sobre las cenizas que ella misma había diseminado con sus decisiones, y esa construcción fue horizontal ya que una vez barridas esas cenizas todos pudieron disfrutar de los senderos de la prosperidad, en mayor o menor grado, pero sin exclusiones. Y lo hizo ingresando por una pequeña ventana democrática, un atajo impensado de los que la política se reserva para resolver los ciclos terminales: la propia voracidad de los destructores cuando su lógica egoísta ya no encuentra más terreno fértil ni campo de acción. En momentánea retirada silenciaron sus voces por un tiempo, permitieron que determinados incisos se desarrollen, la plaga dejó que vuelvan a crecer los verdeos para posicionarse firmemente a por una renovada invasión. Y nuevamente comienzan a aparecer las cenizas en los cordones, en las aceras, a la vera del camino. Nosotros, las cenizas, el pueblo profundo que seguramente, más temprano que tarde volverá y se asomará por una nueva claraboya identitaria, la misma, nacional y popular, y recomenzará la dura tarea de la reconstrucción. Hace poco, citando a Marx, afirmábamos que la historia se repite como tragedia y luego como farsa. Llevamos en nuestra historia varias tragedias y varias farsas, en el medio los constructores, tratando que de una buena vez y para siempre esas tragedias y esas farsas de los destructores sociales ya no merezcan ser contempladas, bajo lecturas egoístas, como posibilidad política.



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